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En el lugar señalado por los libros plúmbeos como aquel donde existieron importantes castillos y defensas romanos se levanta el conjunto arquitectónico conocido como Abadía del Sacromonte integrado por distintas edificaciones.

La Colegiata fue fundada en el siglo XVII por el arzobispo D. Pedro de Castro Cabeza de Vaca y Quiñónez en la cumbre del monte de Valparaíso con el fin de vigilar las reliquias y los santos lugares, algo casi obligado desde que en 1600 se declarase la autenticidad de los hallazgos en el seno del Concilio diocesano convocado por el arzobispado al efecto y por el empuje del fervoroso clamor popular. Su erección fue aprobada por Felipe III y por el Papa Paulo V, acordándose que estuviese servida por un abad y veinte canónigos, mandándose fundar también el Colegio de San Dionisio Aeropagita para el estudio del Derecho y de la carrera Eclesiástica.

Las obras de edificación fueron realizadas por Ambrosio de Vico y otros maestros posteriores como Alonso de Sigura, que siguieron la traza proyectada por el jesuita Pedro Sánchez. Su construcción quedó paralizada en 1610 cuando el arzobispo D. Pedro de Castro fue trasladado a Sevilla, con lo que el proyecto original, muy ambicioso, quedó inconcluso, quedando tan sólo terminada la Colegiata, la iglesia que era provisional y tan sólo uno de los cuatro patios de los que habría de constar el conjunto de haberse concluido la obra, por lo que podríamos imaginarnos las dimensiones que habría adquirido, considerando las dimensiones actuales, ya de por sí grandes, de la Abadía. El patio tiene galerías con 28 arcos de medio punto, realizados en piedra de Sierra Elvira, decorados en sus enjutas con escudos del arzobispo D. Pedro de Castro y el sigilo de Salomón o estrella de

David, símbolo de la institución. Posteriormente, ya en el siglo XVIII, el arzobispo Martín de Azcalgorta amplió la construcción añadiendo un colegio para estudios de bachillerato y universitarios, en el que estudiaron famosos personajes de la historia de España, componiéndose por tanto el conjunto arquitectónico del Sacromonte de tres partes fundamentales, bien diferenciadas: la Abadía, el Seminario y el Colegio.

La institución es riquísima en obras de arte, disponiendo incluso de un valioso museo en el que hay obras pictóricas de notabilísima importancia, pertenecientes a autores de la talla de Sánchez Cotán, Pedro de Raxis, herrera el Viejo, Lucas Jordán, Juan de Sevilla y Goya, por citar algunos. Magnífica es la imaginería de que dispone, con obras de Duque Cornejo, Alonso de Mena, Ruiz del Peral o Risueño. Y espléndida también es su colección de orfebrería y cálices. No obstante, uno de los valores más excepcional de la institución es su excelente archivo y su no menos considerable biblioteca, que se encuentra entre las mejores de mundo.

El interior de la iglesia resulta sobrio y reducido debido a su carácter originariamente provisional, pero al contar con excepcionales obras de arte, entre las que sobresale la devota imagen del Cristo del Consuelo o de los Gitanos, obra procesionable de Risueño, tal provisionalidad se desvanece. En esta iglesia –existe un sepulcro de buena hechura- se encuentra sepultado el arzobispo D. Pedro de Castro Cabeza de Vaca y Quiñónez, quien así lo dispuso por testamento como no podía ser menos, pues fue el auténtico responsable de la existencia de la institución, entre cuyos muros, aún sigue oyéndose la misa colegial que en latín ofrecen todos los sábados y domingos los canónigos de la Abadía.

Atravesando el patio que hay junto a la sacristía se llega a una capilla en la que existe un pequeño altar sobre la entrada de una mina o galería subterránea que conducen hasta varias cuevas, actualmente muy arregladas, en las que fueron encontradas las reliquias martiriales, las planchas y los libros plúmbeos a finales del siglo XVI. En la cueva principal, una cruz que se dice perteneció a San Juan de Dios, está situada sobre el lugar en que se cree que fueron quemados los santos varones, y en el interior de las galerías subterráneas se encuentra aún una gran piedra con la que se toparon Sebastián López y Francisco García durante la excavación de estos lugares, de la que cuenta la tradición que “si es besada por las solteras, les da marido dentro del año”, igual que ocurre con la tradición del toque de la Vela el día 2 de enero. En el exterior, delante de la entrada de las cuevas y junto a dos de las cruces monumentales que se conservan, subsiste una inmaculada bellísima que fue regalada por D. Pedro Pascasio y Baños, elevada sobre una columna de mármol blanco y que consagra el lugar a la exaltación mariana.

Como podemos apreciar, todo el conjunto de la Abadía es de gran notoriedad y belleza; desde su enclave se domina casi íntegro el curso del Darro con las imponentes cumbres de Sierra Nevada como telón de fondo, que ponen límite de la vista hacia oriente, mientras que hacia poniente, la colina de la Alhambra, el Albayzín, el Cerro de San Miguel con esa auténtica cresta que es la Cerca de Don Gonzalo y la Vega granadina, preceden el lejano paisaje de las sierras de Tejeda, Loja y Elvira.

Miscelánea de Granada
C.G.