El resultado del progreso científico-técnico, cuyo origen podemos intuir en la incipiente sociedad industrializada de principios del siglo XIX, no ha pasado de ser un mero triunfo frente a lo exterior, del domino y de la obtención de la libertad objetiva a través del sometimiento de las fuerzas de la naturaleza. Una victoria relativa e incompleta que, al no haber ido acompañada del consecuente progreso ético y moral de sus contemporáneos, ha privado a la humanidad de apoyos morales a los que asirse en los momentos de dificultad.
A cargo de: J. Manuel de Faramiñán Fernández-Fígares