puerta elvira

Varias ciudades constituyen el origen más directo de la Granada que hoy conocemos, pues se ha hecho referencia las antiguas Elvira y Garnata

 A ellas debe sumarse otra tercera población de relevante importancia cuyo nombre es Castilia, que fue principal fortaleza de la cora de Elvira y muy posiblemente el lugar de residencia de su walí, la cual sería fundada seguramente al tiempo de la restauración omeya por Abd al-Rahman. Por tanto al comienzo del segundo milenio hay en el territorio que podíamos considerar como la actual ciudad de Granada, considerada claro está, en un sentido amplio, tres ciudades:  la antiquísima Elvira, de origen incluso anterior al imperio romano; Garnata –Hizn Garnata o Roman- de origen romano y con un núcleo de población cercano habitado por una abundantísima población hebrea llamado Garnata al-Yahud; y Castilia, convertida en la capitalidad de la cora de Elvira. Otras fuentes que después de revelaron falsas, como los libros plúmbeos y los hallazgos del Padre Juan Velásquez de Echeverría, del Racionero de la Catedral D. Juan Florez y del Canónigo malagueño D. Cristóbal Medina Conde que a la postre fueron condenados por falsarios en un pleito de resonancia nacional y repercusión histórica, señalaron la existencia de otra ciudad llamada Ilípula que se situaría en el Sacromonte, pero cuya existencia nunca ha podido demostrarse, por lo que por razón de sus falaces fuentes debe de calificarse ésta como un producto de la invención. No obstante, no faltaron en dichos hallazgos referencias también a otra ciudad de la que sí se sabe de su existencia por la lápida hallada en el recinto de la Alhambra en 1581: Natívola, de la que, sin embargo, no existen más testimonios que el indicado, pues tampoco han podido conocerse más datos sobre su localización ni sobre ningún otro aspecto de la misma, aunque se piensa que estaría ubicada por las proximidades del Cerro del Aire. Por lo que se refiere a la localización de las tres ciudades origen de la actual ciudad de Granada, el problema no es de fácil solución, pues si bien puede afirmarse sin temor a errar que Elvira se encontraba situada en las faldas de la yerma sierra que lleva su nombre, muy cerca del actual pueblo de Atarfe, donde los hallazgos arqueológicos realizados son muy significativos, la localización, en cambio, del lugar que ocupó Garnata es algo más dudoso. Sin bien siempre se había considerado que en el siglo IX apenas si debía ser un pequeño núcleo de población situado en la margen derecha del río Darro, en lo alto de la colina del Albayzín, los recientes descubrimientos arqueológicos, a los que ya he aludido, han revelado que debió de ser una ciudad romana más grande de lo que se pensó. Y por último, la localización de Castilia, es un verdadero enigma. Mientras voces autorizadas la sitúan próxima también al pueblo de Atarfe y por tanto a Elvira, no han faltado en cambio otras opiniones de relevancia, que la ubican en las proximidades del río Genil, incluso dentro del territorio ocupado actualmente por Granada. Será Garnata la que tras la violenta sublevación bereber ocurrida entre los años 1009 y 1010 en la ciudad de Elvira que movió a sus habitantes a emigrar, la que reciba el gran éxodo de población procedente de dicha ciudad, lo que haría que pronto se revelase como predominante en cuanto su permanencia y proyección histórica, lo que se sumaría al desarrollo de la medina de Garnata potenciada por los reyes ziríes, dando lugar a que ésta se extendiese por toda la colina del Albayzín hasta llegar a la orilla del Darro y quedar separada del lugar habitado por la población hebrea tan solo por el río, por lo que los dos núcleos poblacionales preexistentes formarían ya desde ese momento uno solo situado a ambas orillas; uno, el Albayzín, habitado por población musulmana y mozárabe, y el otro, Garnata al- Yahud, instalado en la colina del Mauror, con un gran contingente de población judía, que hacía de la aljama de Granada una de las principales de la península. Citada Granada como uno de los núcleos hispanos donde mayor auge alcanzaron los judíos, es necesario hacer un breve esbozo de su presencia en la ciudad. Prueba fidedigna de lo numerosos e influyentes que eran los judíos en Granada era la denominación del núcleo en que vivían como villa de los judíos ya en los primeros tiempos de la dominación muslímica: no obstante, la importancia de la presencia judía en la ciudad es bastante anterior, no faltando testimonios de ello. Aludí con anterioridad a los numerosos hebreos llegados tras el aplastamiento de la rebelión dirigida por Kotibol Barkoquebas, de lo que hacen prueba algunos versículos recogidos en la epístola de San Pablo a los Romanos, donde señala: “pasando por vosotros me encaminaré a España”, lo que ha sido interpretado sin lugar a duda como prueba reveladora del gran número de judíos existentes en la península Ibérica, en la que unas de las principales aljamas eran Ilíberis y la cercana Garnata al-Yahud, cuyos habitantes se cifraban en unos veinte mil. Una población que sin duda debió ser cada vez más significativa como lo demuestra el hecho del tratamiento que se dio al “problema judío” en el concilio del Elvira, en el que se dedican 4 de sus 81 cánones específicamente a los seguidores de Sión. Con posterioridad, durante la dominación visigoda, la situación de los judíos pasó de ser de una cierta tolerancia hacia su culto y ceremonias en el tiempo de Eurico y sus sucesores propiciada por la redacción del Breviario de Aniano _lex romana visigotorum_, a una situación de persecución extrema tras la abjuración del arrianismo por Recaredo I en el III Concilio de Toledo. Será precisamente este hostigamiento a la grey judaica, acosada por numerosas leyes contra su raza y rito, el que determine repetidos intentos de ayuda a la invasión musulmana de la península por parte de la población hebrea, como la fallida conjura ocurrida durante el reinado de Egica que determinó nuevas medidas represoras de los judíos que quedaron prácticamente reducidos a la situación de esclavos, lo que les llevaría a colaborar estrechamente con los invasores árabes desde los albores del siglo VIII y durante toda la invasión y la conquista árabe del territorio hispano, hasta acabar con el último rey visigodo, Rodrigo. Así, tanto en los años de la conquista como durante el Emirato dependiente y posteriormente en el independiente, las relaciones entre judíos y musulmanes fueron distendidas e incluso prósperas, no haciendo temer nada las venideras épocas de odios, persecuciones y matanzas que estallarían contra la población semita en tiempos del Califato y de Taifas. Como veremos en capítulos venideros, la influencia judía en Granada va a ir en aumento hasta bien entrado el siglo XI, momento en que los representantes judíos, especialmente el habilidoso Samuel Ha-Nagid Ibn Nagrela y posteriormente su hijo Yosef, desempeñaron los más altos cargos políticos durante la dinastía zirí hasta su caída en desgracia y persecución en tiempos del rey Badis Ibn Habus, que acabaría con el terrible pogrom ocurrido entre los días 30 y 31 de diciembre de 1066, en que más de cuatro mil judíos son masacrados en Granada en un alarde de la ancestral aversión mahometana hacia la estirpe hebraica. Tras los convulsos períodos almorávide y almohade en que las relaciones con los israelitas siguieron los mismos esquemas señalados, consistentes en períodos de tolerancia, principalmente durante el tiempo almorávide, y otros verdaderamente calamitosos y presididos por persecuciones implacables de los judíos, durante el reinado nazarí en cambio, llegarán los judíos nuevamente a desempeñar altos puestos en la corte y en la administración, contribuyendo en gran medida a la prosperidad del reino la nueva situación fue debida muy especialmente a su estrecha colaboración en el desalojo de Granada de los almohades. Al tiempo de la Conquista la judería granadina ocupaba el mismo espacioso barrio que desde numerosos siglos atrás había ocupado y que según testimonios de la época, llegaba desde el pie de la Alhambra y Torres Bermejas hasta la actual Puerta Real, limitando su expansión el cauce del Darro, contando con una población cifrada entre quince y veinte mil almas, de lo que dará testimonio el viajero alemán Jerónimo Münzer en su Relación del viaje por España. A los pocos meses de la entrada cristiana en la ciudad el 31 de marzo de 1492, fue promulgado por los Reyes Católicos el Decreto de expulsión de los judíos de todos sus reinos, ordenando seguidamente el Rey Fernando tras su marcha, demoler por completo la judería, de la que no quedará nada más que el testimonio del lugar donde se ubicaba, coincidente en un sentido más o menos amplio con el actual barrio del Realejo. Tras casi quince siglos de existencia constatada, Garnata al-Yahud, fue borrada de la faz de la tierra. C.G. Miscelánea de Granada

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