Abu al-Hassan Alí al-Mandari al-Garnati fue una figura excepcional. Hizo renacer Tetuán y lloró siempre, calladamente, desde lejos, La tierra que le vio nacer.

El hombre hispano de la Baja Edad Media se debatía en el sino de su propia existencia. En el sureste de la península Ibérica, último reducto del Islam en el occidente europeo, tres culturas, tres maneras de entender la vida, tres formas de sentir, se entrecruzaban sin solución posible de continuidad. La dialéctica que ofrecía el albor de la modernidad, era para unos, los musulmanes y la ley mosaica, el intento de conservar su europeidad; en cambio, para los otros, las huestes cristianas, la expansión a nuevos territorios, que a la sazón ofrecería como pingüe resultado la conquista de Granada y la hazaña del Descubrimiento. Las minorías hispanas –judíos y musulmanes- quedaban definitivamente apartadas de las empresas nacionales y convertidos en extranjeros en su propia tierra, un residuo social que sufriría el rechazo metódico de sus contemporáneos cristianos. Sólo una síntesis puede extraerse válidamente de esta historia: los que se marcharon o fueron expulsados tras la caída del reino nazarí, eran tan hispanos como los cristianos que se quedaron. El enfrentamiento entre ambas culturas, no fue un conflicto racial en realidad, sino religioso y social, como han afirmado los más prestigiosos historiadores.

Al-Mandari Alcaide de Piñar

Las Capitulaciones para la entrega de Granada celebradas en Santa Fe en 1491 fueron acogidas por muchos granadinos como esperanzadoras, en la sana convicción de que les depararían una coexistencia cordial con los invasores cristianos. Otros en cambio, como Sidi Alí al-Mandari, el valeroso alcaide de la fortaleza de Pinar, habían comprendido desde el primer momento que ello era prácticamente imposible. Tras la caída de toda la comarca de los Montes Orientales en 1485, nuestro protagonista no quiso ver lo que vendría después. Ni aceptó la sumisión del vasallaje a los cristianos, ni acometió la tarea numantina, heroica pero inútil, de la defensa de Granada.

Todo apunta a que Al-Mandari pertenecía a una familia de cuño noble y nada vulgar del reino nazarí que procedería, según las opiniones más fundadas, del pueblo jiennense de Bedmar, que en las crónicas de la época aparece nombrado junto a otras localidades como Al-Mandar. Probablemente el abuelo o el padre de nuestro personaje, Al-Mandari fundador de Tetuán, sería el famoso Alí-Abd Allah Muhammad Al-Mandari citado en un importante documento árabe fechado en el 1476.

Saber quien era Al-Mandari y cual era su papel en el reino de Granada es una incógnita de la que sólo se conocen algunos datos proporcionados por León el Africano, que años más tarde serán reiterados –simplemente repetidos- por Manuel del Mármol y Carvajal. Únicamente no cabe errar con la afirmación de que Al-Mandari fue un capitán de las tropas leales a Boabdil, alcaide y firme defensor del castillo de Piñar hasta 1485 en que éste sucumbe, es abandonado o es rendido – en ello no se ponen de acuerdo los historiadores- luego del asedio y conquista de las fortalezas de Cambil y Alhabar. A partir de este momento, siempre según león el Africano, Al-Mandari acompañado de algunos aristócratas granadinos y cientos de guerreros que constituían lo más granado del ejército nazarí, pasan en exilio al norte de África, al parecer también, en espera de una pronta vuelta al reino que les vio nacer, algo que nunca se produciría.

Al-Mandari y Tetuán

Como fácilmente se deduce, todo en la vida del fundador de Tetuán es pura conjetura. Lo cierto es que de su vida en el reino de Granada y de su personalidad son prácticamente inexistentes los datos, no así de sus hazañas en el norte de África, donde los cronistas portugueses Bernardo Rodríguez, Damiao de Gois, Ruy de Pina y algún otro, lo sitúan como personaje histórico, de existencia acreditada y cierta, y temido caudillo militar que constantemente hostigaba “las fronterías lusitanas”.

Destruida por los portugueses en 1437, Tetuán sería reconstruida a finales del siglo XV, aunque en torno a la fecha de tal hecho también existen distintas versiones. Un antiguo manuscrito árabe por una parte y un importante historiador marroquí del XVII, Sidi al Arbi al Fasi, por otra, ofrecen datos encontrados sobre esta cronología de la ciudad magrebí. Según la primera de las fuentes citadas, la fundación hubo de acaecer entre los años 888 y 889 de la hégira (1483 y 1484 de la era cristiana), mientras que por razón de la segunda, el acontecimiento se fija con extrema exactitud el 7 de chaaban del año 898 de la hégira, o lo que es lo mismo, el viernes 24 de mayo de 1493, por tanto algo más de un año después de la rendición de Granada. Esta segunda cronología si advera las afirmaciones de León el Africano que señala como “las ruinas de Tetuán, desiertas durante noventa y cinco años, serían reconstruidas y pobladas por el caid granadino Al-Mandari, el cual se presentó al sultán de Fez después de ser expulsado de España por el rey don Fernando”. No obstante, por diversos acontecimientos ciertos, como la captura de la novia de Al-Mandari por el Conde de Tendilla y su retención en la fortaleza de Alcalá la Real, puede afirmarse que con anterioridad a la última fecha mencionada, al-Mandari se encontraba ya, debidamente fortificado, en Tetuán.

A modo de resumen podemos concluir diciendo como Sidi Ali Al-Mandari sería, durante las guerras civiles de Granada y el asedio de los Reyes Católicos, alcaide de la fortaleza de Piñar, cargo que habrían ostentado otros miembros anteriores de su familia. Como militar perteneció al bando de Boabdil, de lo que desprende del hecho de haber abandonado –al parecer- su castillo al sentirse aislado por las fuerzas del Zagal, antes o después de la caída de Cambil y Alhabar que probablemente también pertenecían a su misma facción. El sentimiento de derrota, agudizado por el cautiverio de su monarca, en poder de los cristianos tras el cerco de Lucena, llevaron a Al-Mandari y a un grupo de fieles y bravos guerreros a pasar a África, poniéndose a servicio de Sidi Ali Ibn Rasid, señor del norte de Marruecos, en constante lucha con las guarniciones portuguesas. Muy probablemente también, sería la intención de disponer de un asentamiento fijo desde el cual poder dirigir las campañas y razzias contra el rumí –cristiano- lo que llevarían a Al-Mandari a reconstruir Tetuán, posición estratégica en la ría del Martín, desde la que oponerse a las incursiones de las tropas lusitanas de Ceuta.

Al-Mandari fue un personaje longevo. A diferencia del resto de su existencia que como vemos se mueve de suposición en suposición, su muerte si puede fecharse de un modo casi exacto. Los trabajos del jesuita Gabriel de Aranda a favor de la canonización del misionero sevillano Fernando de Contreras, redentor de cautivos, ofrecen la solución. Éste, Contreras, presenció los últimos años de vida del heroico caudillo granadino al que pretendió convertir, sirviendo posteriormente como mediador entre el sucesor de aquél, Hasen Al-Mandari –su yerno- y la corte hispana. El glorioso alcaide tetuaní sería conocido ya por Contreras, nostálgico, en el ocaso de su vida como muyahid –guerrero- y ensombrecido por el señor de Xauen, Magali Ibrahim, hijo de su antiguo amigo el Sharif alami Alí Ibn Rasid y el sultán de Fez que temerosos de su caudillaje, le relegaron al olvido. Fernando de Contreras relató a Al-Mandari noticias de su lejana y querida Granada a la que nunca pudo regresar. Debilitado en su gobierno, viejo y ciego, Al-Mandari murió a finales de 1540 o principios de 1541.

Apuntes biográficos

•  El alto linaje de Al-Mandari está fuera de toda duda. Lo demuestra el hecho de haber casado con Fátima, mora noble, sobrina de Aben Comixa y parienta del rey Chico, Boadil. Enviada a Berbería para celebrar sus bodas con el alcaide de Tetuán, es apresada por Alonso de Cárdenas cuando vadea el río Genil. Conducida hasta Pinos Puente, donde aguardaba su apresamiento el Conde de Tendilla, sufrirá cautiverio en Alcalá la Real, hasta que sea libertada por mediación del propio sultán de Granada. Tiempo después, en Marruecos, Al-Mandari desposaría con la hija del señor de Xauen, Alí ben Rasid, Sit al Hurra, mujer ambiciosa y muy violenta que llegaría de hecho a gobernar Tetuán durante la ancianidad de Al-Mandari.

•  La familia Mandari dejó una profunda huella tanto en Granada como en el norte de África. En este orden, existen una serie de documentos, unos publicados por Seco de Lucena y otros incluidos en los fondos documentales de la Alambra y la Real Chancillería que se refieren a esta estirpe, tanto antes como después de la conquista de Granada. Realmente de ninguno de ellos se puede concluir con certeza la existencia de vínculos familiares de los Mandari a los que se refieren, Andrés del Mandari o Miguel el Mandari por ejemplo, con Sidi Alí Al-Mandari, fundador de Tetuán. El rastro más palpable de Sidi Alí Al-Mandari se encuentra, por un lado, en el documento aludido que se refiere a su antecesor inmediato y en los restos de la fortaleza de Pinar, de la que nuestro personaje fue valeroso alcaide.

Del libro “Nuevas siluetas granadinas”

César Girón y Mª Dolores Fernández-Fígares

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