Estudiar la biografía y observar con detenimiento los principales pasajes de la vida del último rey musulmán de Granada, apodado entre sus cronistas como el Zogoibi o “el Desdichado” en su traducción al español,
es asomarnos a uno de los momentos más convulsos de la historia del reino granadino. Una época inmersa en cruentas guerras civiles, en las que los distintos bandos se disputaban el trono del último bastión del islam en la península, el del reino más maravilloso, culto y resplandeciente que existió sobre la “piel de toro”.
Hijo del rey Abul Hassan, Muley Hacen, y de la sultana Aixa al-Horra, la Honesta, su verdadero nombre fue el de Muhammad Abd Abdallah o Abu Abdillah, cuya castellanización hizo a los cristianos llamarlo Boabdil. Las crónicas castellanas dieron en llamar a este monarca el Rey Chico, según unos, por haber sido proclamado muy joven, y según otros, para distinguirle de su tío, llamado como él, Abdallah.
Las rivalidades de Aixa y Soraya, otra de las favoritas de Abul Hassan, y cuyo nombre cristiano era el de Isabel de Solís, encendieron o fomentaron en Granada la lucha encarnizada entre los dos bandos, zegríes y abencerrajes, en la que tomó parte muy activa Boabdil el Chico entre estos últimos, que sostenían a la sultana Aixa, que trataba de ceñir la corona en las sienes de su hijo, aprovechando los reveses sufridos por Abul Hassan, para urdir conjuras contra este, quien, después de un tumulto popular acaecido con tal motivo, mandó encerrar en una torre de la Alhambra a la sultana Aixa y a su hijo Boabdil.
No estuvo mucho tiempo preso, pues las doncellas de su madre le descolgaron de la torre por medio de sus velos, y los Abencerrajes, que le aguardaban con caballos en la cuesta del barranco, desde aquel momento llamada cuesta del Rey Chico, le acompañaron primero hasta el alto Albaicín y después hasta Guadix para rehacer el bloque de sus partidarios, volviendo pocos días después y amotinándose en la ciudad provocando sangrientas revueltas que terminaron con la proclamación de Boabdil como Sultán de Granada. Las encarnizadas luchas que tenían lugar en las calles sólo fueron detenidas ante la noticia del cerco de Loja por los cristianos, a quienes salió a combatir Abul Hassán, previo pacto con Boabdil de que cada cual de ellos conservaría sus respectivas posiciones y pretensiones. El pacto fue violado por Boabdil por influencia de su madre, quien en ausencia de su padre, se apoderó de la Alhambra y de la autoridad real.
Invadido entretanto el territorio de Málaga por los cristianos, salió a su encuentro Abul Hassán, acompañado de su hermano Abdallah el Zagal, los Venegas y la flor de sus caballeros, derrotando por completo a los ejércitos cristianos en la comarca de la Axarquía.
Celoso Boabdil de los triunfos del Zagal decidiose a emularlos, instado también a ello por su madre, y, al frente de 1500 soldados, caballos y 7000 infantes, como plasmaron los cronistas, puso en asedio a la ciudad de Lucena. Pero los sitiados se resistieron y después de reforzados con los socorros que pudo llevarles el Conde de Cabra, rompieron el cerco impuesto a la localidad derrotando y destruyendo totalmente al ejército comandado por Boabdil, quien fue hecho prisionero.
Entretanto su padre, Abul Hassan, Muley Hacen, recobró nuevamente el trono de Granada, negándose Aixa a reconocerle y enviando a Córdoba, adonde había sido trasladado Boabdil, una solemne embajada para tratar de su rescate. Aceptáronla los Reyes Católicos con ánimo, según afirman algunos, de fomentar las intestinas discordias internas del reino de Granada con las siguientes condiciones: “Boabdil prometía ser vasallo fiel de los reyes de España, pagarles un tributo anual de 12000 doblas de oro, poner en libertad a 300 cautivos cristianos, dar paso por sus tierras a las tropas que fuesen a guerrear contra su padre Abul Hassan y su tío el Zagal y presentarse inmediatamente en la corte en cuanto fuese llamado por los reyes de Castilla”.
Además, fueron estipuladas por ambas partes treguas por espacio de dos años, y Boabdil dio como rehenes, para seguridad de lo pactado, a la persona de su propio hijo y de sus principales capitanes.
Regresó Boabdil a Granada, en cuya frontera le aguardaban algunos de sus partidarios enviados por Aixa, produciendo su presencia en la ciudad el resultado previsto porque, proclamado rey por los abencerrajes, se opusieron a ello los zegríes, hasta que, después de dos días de violentos combates, la intervención de los principales jefes logró que, a manera de transacción, Boabdil aceptara ir a establecerse como rey en Almería con sus partidarios. Favoreció esto a los Reyes Católicos para ir prosiguiendo la conquista del reino de Granada, mientras que, después de su humillante tratado con el Rey Católico, Boabdil perdió todo su anterior prestigio, sin que las intrigas y prodigalidades de su madre lograran conservar entre sus partidarios más que al pueblo más llano, pues el resto de sus compatriotas le despreciaron por renegado y vasallo del rey cristiano.
Viejo y ciego Abul Hassan y retirado a la fortaleza de Mondújar, abdicó a favor de su hermano el Zagal, muriendo al poco tiempo. La abdicación trajo nuevos y enconados enfrentamientos entre los partidarios de uno y otro pretendiente. Extendidas las revueltas a todo el reino, el Zagal, acogiose al amparo de los Reyes Católicos, quienes le proporcionaron tropas para recobrar los territorios perdidos, en especial el de Almería, con lo que el caudillo abencerraje volvió a Granada, donde los combates entre ambos bandos duraron cincuenta días hasta que, por último, se convino en la división del reino entre los respectivos caudillos, acordando residir ambos en Granada; en la Alhambra, el Zagal, y en el palacio del Albaicín, Boabdil el Chico.
En la primavera de 1486 prosiguieron la campaña contra el reino de Granada los Reyes Católicos, avisando D. Fernando a Boabdil que los tratos que este había tenido con el Zagal debían ser considerados como una confederación contra Castilla, por lo que cesaba la amistad que entre ellos había mediado. Tras ello el ejército cristiano puso sitio a la ciudad de Loja, perteneciente a Boabdil, quien salió a defenderla, siendo herido en un combate librado a la vista de la plaza en la que, vencido, hubo de refugiarse con su emir en el alcázar de dicha localidad, hasta que fue tomado por asalto el 26 de mayo.
En las capitulaciones de la rendición Boabdil se avino a abdicar el trono y tomar el título de duque o marqués de Guadix, con señorío de esta ciudad si era ganada antes de seis meses o de lo contrario, perder la grandeza de Castilla y a guerrear constantemente contra su tío el Zagal.
Fue precisamente la noticia que este tuvo del último de los pactos acordados por él lo que más le hizo aumentar su odio por su sobrino, a quien envió emisarios con orden de envenenarlo. Descubiertas estas intenciones asesinas por Boabdil, este mandó emisarios a su tío prometiéndole desde ese momento una guerra sin cuartel, diciéndole que no aplacaría su sed de venganza “hasta ver clavada su cabeza en una de las puertas de la Alhambra”. Desde entonces no pasó día sin que ocurrieran en las calles y en la Vega de Granada sangrientos combates entre los partidarios de ambos bandos, hasta que la noticia del cerco puesto a Vélez Málaga por los cristianos aterró a los granadinos, quienes suspendieron las discordias, marchando el Zagal en socorro de la plaza.
Vencido y conociendo cuando regresaba a Granada, que durante su ausencia y apoyado una vez más por la plebe, Boabdil se había apoderado de la Alhambra y de las demás fortalezas de la ciudad proclamándose único emir, retirose el Zagal a Guadix, que con Almería, Baza y alguna otra población menos importante, aún le permanecían fieles, hostigando desde allí a los ejércitos cristianos. Rendida Baza en diciembre de 1489, sometióse el Zagal a los Reyes Católicos, noticia que llevó la consternación a Granada, que llena de fugitivos y amotinada la muchedumbre, levantose contra Boabdil, a quien miraban como causante de la ruina del pueblo. Las revueltas callejeras en la ciudad no se detuvieron hasta el momento en que llegó la noticia de que los ejércitos de los Reyes Católicos, a quienes los partidarios del rey habían corrido a pedir auxilio, entraban a talar la vega.
Entretanto, los monarcas cristianos habían intimado a Boabdil que rindiera la capital, según lo pactado en Loja, a cambio del título de duque o marqués de Guadix, quien, sin embargo, se opuso a ello por la fuerte resistencia de sus vasallos, lo que dio lugar a nuevas hostilidades entre el rey de Granada y los Reyes Católicos, quienes pusieron sitio a Granada desde el Real de Santa Fe, donde tuvieron lugar importantísimos acontecimientos para la historia nacional y universal, que a la postre trajo la celebración de las Capitulaciones y la entrega de la ciudad por Boabdil, que se consumó el día 2 de enero de 1492.
Tras el incumplimiento sistemático por los cristianos de las condiciones establecidas en las Capitulaciones, Boabdil, que en un principio continuó residiendo en los palacios de la Alhambra, abandonó la ciudad tomando el camino de las Alpujarras.
Es tradición, bella pero incierta, que al llegar al punto desde el cual se ve aún la ciudad por el camino de la costa, antes de perderla de vista tras una colina, refrenó Boabdil su caballo, suspiró llorando y, entonces, fue cuando su madre, la implacable sultana Aixa, le dirigió el famoso apóstrofe que dice: “llora como mujer lo que no supiste defender como hombre”; por lo que desde este momento se conoce este sitio con el nombre de Suspiro del Moro.
Lo verdaderamente cierto, es que Boabdil se retiró con los suyos a vivir a la localidad de Cobda –Laujar de Andarax-, lugar de su señorío, en las Alpujarras, hasta que su visir Aben Comixa le traicionó, según parece, vendiendo, sin que él lo supiera, su patrimonio por veintiún mil castellanos de oro al Rey Católico, por lo que en 1493 se embarcó en la localidad de Adra con su familia –su esposa, Moraima, ya había muerto- y más de un millar de fieles seguidores, exiliándose a la ciudad magrebí de Fez. En dicha ciudad, vivió como príncipe hasta que, en lucha con los jarifes y en defensa de su pariente Muley Ahmet Ibn Merini, murió en la batalla del Vado de Bacuna en 1527.
Miscelánea de Granada
C.Girón