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La proyección de Granada sobre el Nuevo Mundo es un tema que requiere estudio profundo. Muchos rincones de aquellas tierras recibieron el nombre hermoso que impulsó a los aventureros buscadores de las Indias por la ruta de Occidente. Ciudades, regiones enteras, islas, adoptaron el nombre de Granada como homenaje a la tierra que tuvo la fortuna de alumbrar y definir aquella gesta.

Pero Granada, a su vez, ha sabido conservar algunos rincones evocadores, que guardan historias y anécdotas, como testigos de unos lazos afortunadamente indisolubles, que se estrechan cada vez más, con el ritmo del tiempo.

Ahí están esos vestigios granadinos del Descubrimiento, contándonos su particular versión.

EL SITIO DE SANTA FE

Santa Fe comparte con la ciudad de Granada una relevancia considerable en toda esta historia. La Diputación Provincial viene celebrando el día 17 de abril la conmemoración de las Capitulaciones, dando participación a los diferentes países americanos por orden alfabético. La regularidad conseguida en estos actos ha permitido consolidar una relación americanista en Santa Fe.

Los escudos de las naciones americanas que adornan la plaza mayor de Santa Fe y la conservación de un urbanismo similar al que registró el campamento castellano son testimonios visibles de una relación insoslayable con el mundo americano.

EL PUENTE DE PINOS

El puente que da nombre a la vecina población de la Vega fue testimonio de una anécdota decisiva entre todas las vicisitudes del Descubrimiento. Podría encontrarse en él hasta un simbolismo bastante elocuente por cuanto marca el paso definitivo hacia la resolución del desenlace final.

Cuenta la historia que Cristóbal Colón, que había tomado parte como soldado en el sitio de Baza, esperando el momento de ser recibido por los Reyes Católicos, había sido atendido por fin por el Rey Fernando, quien en una primera instancia no vio demasiado claro el plan que el almirante proponía de abrir nueva ruta para las Indias. Y así, el gran aventurero desanimado, emprendió viaje hacia Córdoba. Justo en el momento en que cruzaba el viejo Puente de Pinos fue alcanzado por un emisario de la Reina Isabel, que lo citaba para que acudiera a la tienda real a entrevistarse con la Reina. Todo parece indicar que Fernando, al contarle a su esposa los planes “descabellados de Cristóbal”, encontrase en ella una postura de firme convicción sobre su viabilidad. Una discusión sobre el asunto se resolvió en la aceptación de una nueva entrevista, esta vez con la Reina, que como todo el mundo sabe, dio como consecuencia las llamadas “Capitulaciones”. Hace algún tiempo fue colocada una lápida en el referido Puente de Pinos, en memoria del momento feliz en que Cristóbal Colón volvió grupas hacia Santa Fe de nuevo.

EL SALON DE COMARES

La majestuosa sala de la Alhambra que cubre la famosa bóveda de Comares, estrellada de marfil y nácar sobre maderas nobles, fue escenario de una escena emotiva, de trascendencia en el contexto del Descubrimiento: los Reyes Católicos, con su séquito y Corte despidieron solemnemente en ella a Cristóbal Colón, que con sus salvoconductos y capitulaciones, se ponía en marcha hacia la más grande aventura que un hombre pueda vivir: llegar a una nueva tierra. A lo lejos, desde las ventanas, se divisaba la hermosa tierra recién conquistada y seguramente el gran Cristóbal recordaría en muchos momentos esa escena singular vivida en uno de los lugares más nobles del palacio nazarita, que sin duda debió dejarle impresionado con su riqueza y sus bellezas aún intactas.

PALACIO DE ABRANTES

Una casa palacio granadina guarda entre sus viejos muros alguna reminiscencia colombina. El palacio de Abrantes fue hogar en Granada de uno de los capitanes más valientes de la toma de Granada: el capitán Francisco de Bobadilla, cuyas armas están esculpidas en piedra en el arco gótico que flanquea la entrada al palacio.

Don Francisco de Bobadilla no tuvo mucho tiempo de disfrutar de su hermoso palacio, porque poco después de la llegada de Cristóbal Colón a América, el rey Fernando lo envió, como su hombre de confianza, de real pesquisador a Nueva España, para controlar la administración que se estaba haciendo por parte española de las tierras recién descubiertas.

ABADIA DEL SACROMONTE

Pasado el tiempo, aquella generosidad de la proyección de España en América, produjo un reflujo de riqueza y bienes hacia la metrópolis y Granada tiene buenas muestras de ello.

Una de ellas es precisamente la Abadía del Sacromonte y sus riquezas artísticas, edificada por donación de Don Pedro de Castro y Cabeza de Vaca, arzobispo de Granada que era hijo nada menos que del virrey del Perú. Así que aquellos edificios, hoy tan deteriorados, se levantaron gracias a la riqueza que América produjo a manos llenas. El oro del Perú, generosamente dispensado por aquel emperador arzobispo, fue causa de un esplendor que duró varios siglos y dio a Granada mucho brillo a través de su abadía sacromontana.

EL PALACIO DE VIZNAR

Una actitud benevolente hacia los indios sublevados por Tupac Amaru en tierras peruanas, hizo que el Obispo del Cuzco, el criollo Juan Manuel Moscoso y Peralta, tuviera que regresar a España en castigo por esa actitud que no había sido bien interpretada por las autoridades españolas del Virreinato del Perú.

El brillante historial del obispo nos cuenta que entre sus antepasados se encontraban los fundadores de la ciudad de Arequipa y que él mismo propició la fundación de una universidad en aquella ciudad de la que fue Obispo, siéndolo también de Tucumán y de Cuzco. Había nacido el seis de enero de 1.723 y se sentía español y peruano a la vez.

Por eso, cuando llegó a Granada, casi desterrado, no experimentó choque ninguno y se sintió como en su casa. Poco tiempo después, tras numerosas vicisitudes, era honrado con el collar de la orden de Carlos III y nombrado Arzobispo de Granada.

La obra visible del Arzobispo Moscoso que aún hoy perdura entre sus muchos recuerdos, es precisamente el palacio que hizo edificar en Viznar, en una finca que había sido utilizada desde antiguo por los arzobispos granadinos para sus vacaciones de verano. En 1.795 se terminó el palacio, de un estilo neoclásico ortodoxo, que entre sus decoraciones murales muestra el carácter cervantino del Arzobispo Moscoso, en las escenas de El Quijote que hay pintadas en algunas de sus estancias nobles.

Granada además entregó a América muchos de sus hijos, que fundaron allí ciudades, como Bogotá o Buenos Aires, que guardan los recuerdos de aquellos granadinos fundadores que se lanzaban en busca de nuevos surcos y enmendando a aquel héroe clásico: “fundaban ciudades sin matar dragones”.

M.D. F.Fígares

 

 

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