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Filósofo y poeta, Gibran pasó muchos años pensando en el libro y esperando siempre momentos especiales. “Este libro es sólo una pequeña parte de lo que he visto y de lo que veo cada día, una pequeña parte de las muchas cosas que anhelan expresarse en los silenciosos corazones de los hombres y en sus almas. El Profeta es sólo la primera letra de una sola palabra”.

Hacia el año 1923, el escritor libanés Khalil Gibran publica “El Profeta”, esta obra será no sólo la de mayor éxito sino la más madura de cuantas escribe.

Cuando algunos le preguntaron como había sido escrito contestó: “El libro me ha escrito a mí”. Estaba refiriéndose a que él era transmisor de una enseñanza universal que es patrimonio de la humanidad; si dejas que tu alma, libre de los egoísmos y estrecheces comunes, pueda viajar a mundos más puros entonces encuentra la fuente de conocimiento.

El decía que “el Profeta” fue su segundo nacimiento y tomando como primero el biológico, el segundo es el nacimiento de la conciencia. En clave psicológica sería el alter ego de Khalil como diría Freud o, el “sí mismo” como diría Jung.

Presentándose con el nombre de Almustafá, el profeta, antes de partir del pueblo de Orfalase, a instancias de Almitra, la sacerdotisa, él se dirige a los habitantes para decirles: “¿De qué otra cosa os puedo hablar sino de lo que veo vibrar en vuestras almas?”.

Es entonces cuando nos acerca a los aspectos más importantes con los que toda persona se encuentra en su vida. Nos hará reflexionar sobre ellos, revisar nuestras ideas, nuestros sentimientos y nuestra actitud. El nos abre la puerta para conocer y encontrarnos con el verdadero ser humano, aquel que se esconde tras las apariencias, el que puede emerger si sabemos esculpirlo.

En el amor: “el amor sólo da de sí y nada recibe sino de sí mismo”. En la amistad, “cuando vuestro amigo se calla, vuestro corazón continúa escuchando su corazón”. Descubriendo qué es la alegría y la tristeza, “juntas llegan, y cuando la una viene a sentarse a vuestra mesa, recordad que la otra, dormida, os espera en vuestro lecho”. En el trabajo de cada uno, “y trabajar con amor es estar unido con vosotros mismos, y con los otros y con dios”. Profundizando sobre la verdadera libertad, “y si es un temor el que queréis disipar, el centro de este temor está en vuestro corazón y no en la mano que teméis”. Y la generosidad, “poco dais si sólo dais de vuestros bienes, días de verdad sólo cuando dais de vosotros mismos”.

Y tras todo ese recorrido, apartando en cada giro un velo más nos descubrirá levemente los misterios de la vida y de la muerte con su lenguaje íntimamente poético y cargado de significado.

“¿Y qué es cesar de respirar sino liberar al aliento de sus mares agitados, a fin de que se levante y se expanda y busque a Dios libremente?” Almustafá partirá del pueblo de Orfalese pero su marcha no es sinónimo de vacío, se ha convertido en guía para que cada uno reconozca su propio ser interior y puedan vivir su propia vida de acuerdo con su naturaleza inmortal que ha arraigado en lo más profundo de sus corazones.

“Vosotros no estáis encerrados en vuestros cuerpos, lo que sois habita más arriba de las montañas y vaga en el viento…”

Khalil Gibran deja constancia de la importancia que tiene el Profeta, ya sea en el libro o en la vida real. Es la figura del maestro, del hombre de conocimiento. Es el que guarda las semillas de la sabiduría para aquel que las ame y quiera buscarlas. Para cubrir la necesidad de aprender que tiene el ser humano se necesita de aquel que enseñe, alguien con esa capacidad tan poco común de ver más allá de la superficie y profundizar a través de las máscaras de la vida; y ese alguien nos puede descubrir algo que naturalmente todo ser humano necesita porque devuelve la magia de saberse humano y la posibilidad de vivir de acuerdo con nuestras nobles aspiraciones.

Yolanda García

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