caremen de los martires

El carmen es parte integrante de la riqueza y el conjunto urbanístico de Granada como ciudad patrimonial. Participa del paisaje granadino con valores semejantes a los de la Alhambra y el Generalife siendo un factor fundamental para incardinar la visión de los palacios nazaríes y la Vega.

Su presencia en el dibujo urbano produce un juego mutuo de perspectivas entre la conformación sublime de los palacios nazaríes diseminados por la Sabika y el Albayzín y la respuesta espiritual, casi ascética, de los cármenes, en permanente mirada hacia las torres y los jardines reales, con los que forma una indisoluble unidad de contemplación, que caracteriza a Granada.

Contrariamente a lo que de manera usual se piensa, el carmen, la más bella y típica de las casas granadinas y uno de los productos más genuinos de nuestra cultura, no es un legado del tiempo de los árabes, pero si un apéndice del modo de vida de los musulmanes granadinos. Los cármenes son, realmente, pequeñas fincas que van a aparecer con posterioridad a la época indicada, pero que persisten directamente relacionados con ella por su emplazamiento y espíritu. Así, vamos a encontrarlos situados generalmente en las laderas de las colinas que forman la cuenca de los ríos Darro y Genil a su paso por Granada, ocupando los mismos lugares en los que tuvieron sus principales asentamientos los seguidores del Islam: el Albayzín, Valparaíso, la Churra, la Almanzora, el Mauror, la Antequeruela y el Baúl.

Será la despoblación del Albayzín y otros lugares de asentamiento de los moriscos granadinos en el siglo XVI, la que posibilitará la aparición del carmen tal y como hoy se concibe, como una casa con huerto y arbolado, anhelado rincón de paz, calma y sosiego de los habitantes de Granada. En efecto, los cármenes van a ir ocupando el espacio dejado por el derribo de las casas moriscas (casi cinco mil en 1517 y tan sólo poco más de dos mil en 1582) de tal manera que si los datos revelan que en 1561, pocos años antes del comienzo de la guerra de los moriscos, los cármenes sólo existían en número no superior a treinta y siete en la parroquia de San Ildefonso y todos ocupados por cristianos viejos, durante el siglo XVII ya sí vamos a encontrar el carmen extendido por otros lugares de Granada, principalmente por el Albayzín y Valparaíso. El mejor exponente de lo dicho lo encontramos en la particular historia del carmen de los Mascarones, nacido su jardín en aquel momento, sobre la extensión de los solares proveniente de la demolición de cinco casas moriscas anejas a la casa del abad del Salvador, Pedro Soto de Rojas, pequeño olimpo terrenal en el que el clérigo y literato concibiera su Paraíso cerrado para muchos, jardines abiertos para pocos.

La pregunta de los foráneos de nuestra ciudad cuando conocen tan peculiar y bella denominación es siempre la misma: ¿carmen? ¿Qué significa? La opinión general hace derivar el término carmen de la voz árabe, karm, que en un sentido amplio significó, en el árabe coloquial español, “viña”, o sea, una extensión más o menos grande de tierra plantada de vides, si bien, en el dialecto granadino según nos dice Dozy, se aplicó para designar a un lugar distinto del bustán, voz que significa también jardín. Ya un pasaje de la Ilhata de Ibn al-Jatib, habla de un individuo que aprendía a recitar el Corán en el “karm” de su ilustre maestro, y precisamente en este mismo texto del siglo XIV se define el “karm” como “una extensión de tierra rodeada de un muro y plantada de abundantes árboles que impedirían otros cultivos”. En tal caso el karm se diferenciaría así del bustán dado que en éste se alternarían los cultivos agrícolas con el arbolado, aunque el primero, el karm, por su cariz agrícola, también mantendría de algún modo la presencia de las actividades agrícolas, pero dentro de un propósito más sensitivo que positivo.

Precisamente, en esta aspiración sensitiva, en esta demanda de los sentidos y la tranquilidad que busca el carmen granadino, juegan un papel destacado sus diversos elementos formadores, comparativamente variopintos e incluso diríanse que de difícil ayuntamiento, pero que sorprendentemente interrelacionan de manera tan peculiar, que crean un conjunto armónico de singular belleza.

Además de la especial adaptación a la difícil orografía de las colinas y pendientes de la ciudad, a las que se aupa, es consustancial al carmen granadino, una vegetación en la que no pueden faltar el mirto o el boj, el aligustre, la madreselva, el rosal, el jazmín, las mimosas, el celindo, las glicinias, la hiedra, las plantas acuáticas, las aspidistras y las más variadas especies arbóreas, entre las que el rey es sin duda el ciprés, que como auténticas llamaradas de clorofila, comparten espacio con olivos, higueras, granadillos, moreros, naranjos, limoneros, nísperos, parras o magnolios, a cuyos pies se arremolinan y distribuyen por todos los rincones fuentes, pilarillos, pérgolas, cenadores, farolillos, forjados, piezas de cerámica granadina, empedrados y un sin fin de ornamentos más, colocados por dicción de la tradición ancestral y al más puro sabor de la tierra, los cuales recuerdan los vericuetos de nuestra cultura y artesanía popular.

Pero el carmen no acaba aquí, es algo más. El carmen granadino es a un mismo tiempo música y balsámica fragancia, es murmullo y sahumerio, penumbra y estallido de color. Las acequias, alquézares, arriates, atanores y albercas son el pentagrama en el que el agua escribe las notas de su composición, que como auténtico hilo musical, ha de estar presente en todo momento; los nenúfares, el galán de noche, la hiedra y el arrayán recién regado, ponen el aroma a tan sutil decorado, en cuya escenografía, el gato, el canario, el perro labrador son figurantes obligados del carmen granadino.

El carmen ha estado presente siempre en la música y la literatura de tema granadino, tanto en la narrativa como en la poesía, de tal modo que podrían citarse gran número de obras y autores que han inspirado su musa en la popular casa-jardín de nuestra ciudad; músicos como Manuel de Falla, Albéniz o Granados; y escritores como Pedro Solo de Rojas, Federico García Lorca o Elena Martín Vivaldi, por citar algunos, sin olvidar a Armando Palacio Valdés, cuyo origen asturiano no le impidió escribir una gran obra que tituló: “Los cármenes de Granada”, ni a Ramón Pérez de Ayala que en la revista “Reflejos” dijera aquello de “Los cármenes de Granada son jardines colgantes, escalonados en terrazas, como los de Babilonia…”.

Es curioso observar cómo en Granada no se habla de unifamiliares, de hotelitos, incluso de adosados, cuando estas nuevas construcciones que se trata de promocionar, están enclavadas en el Albayzín o en las zonas tradicionalmente ocupadas por los cármenes; éstos son conceptos propios del argot de la arquitectura que el granadino no comprende. En nuestra ciudad todo son cármenes; cármenes de tal o cármenes de cual, y está bien…pero se pierde el riesgo de olvidar la filosofía, la esencia del significado del karm. Hoy, a cualquier casita, incluso a cualquier infravivienda enclavada en el Albayzín, por el sólo hecho de que disponga de un patio con una triste parra, su propietario le llama carmen. Buen tributo a la historia y a nuestro particular modo de entender la propia morada, pero cierto es que como decimos, el carmen granadino será siempre algo más. Los que siguen, son algunos de los ejemplos más destacados de los cármenes granadinos. No están todos, no hay espacio, pero los que están, lo son.

El Albayzín es el hábitat más importante del carmen por antonomasia, a pesar de que hoy comienza a ser rara avis en el barrio morisco. Podrían citarse muchos pero los más destacados son el carmen de los Cipreses, el de San Cayetano, el de la Purificación, el de Alonso Cano, el de las Angustias, el de la Luna, el del Alba, el de los Geranios, el de la Concepción, el de Aben Humeya, el de Vista Alegre, el de la Victoria, el de los Mínimos, el de Santa Catalina, el de San Gregorio Alto, el de las Tres Estrellas, el de los Torreones y algunos pocos más. De estos, varios puede decirse que han desaparecido –incluso en los últimos años- o están a punto de desaparecer, caso del de los Torreones o el de Santa Catalina que están muy mermados, sin olvidar el de los Mascarones, cuyo huerto dejó de florecer años atrás.

Resumen del artículo sobre los cármenes de Granada
Miscelánea de Granada

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