El camino del Sacromonte o del Monte como abreviada y popularmente es conocido, discurre por la margen derecha del valle de Valparaíso.

A lo largo de tan pintoresco recorrido, jalonado de chumberas, pitas y nopales, se precipitan tortuosos barrancos que descienden del Cerro de San Miguel hasta el Darro, cercenando repetidamente este antiguo camino de Guadix y las escuelas del Ave María, donde los niños del Padre Manjón siguen aprendiendo entre cantos de pájaros y murmullos de agua. Monte arriba, destellan manchas blancas y negras de las puertas de las cuevas tiznadas por el hollín de fuegos de antaño; colina abajo, un sombrío vergel de frondosos árboles de esta cuenca del paraíso. Se inicia el camino en la placeta del Peso de la Harina, discurriendo paralela al mismo, la vereda de En medio, desde donde se tiene una de las más bellas panorámicas de la colina de la Alhambra, con el Albayzín y el curso del Darro rendidos a sus pies. Hasta topar con la vereda en el lugar donde estuvo la Bib Axomáis, se descuelga la muralla nazarita conocida como Cerca de Don Gonzalo, que pone límite al barrio por la izquierda. Al paso de zambras, como las de La Golondrina o la de María la Canastera donde aún suenan los toques de guitarra y los cantes de los gitanos, el camino llega al lejano paraje de Jesús del Valle, terminando varios kilómetros más arriba en los pueblos de Beas y Huétor Santillán. Previamente nos acercará hasta el barranco de puente Quebrada, rodeado de huertas y casas de labor, en cuyos alrededores están las cuevas que sirvieron de alojo al Padre Piquiñote, del que se cuentan muchas leyendas, seguramente por ser uno de los más enfervorizados instigadores durante la rebelión de los moriscos en 1568. Próximo a este lugar está el famoso carmen de Pascasio, llamado así por pertenecer en el siglo XVIII a D. Pedro Pascasio Baños, Caballero Veinticuatro de Granada. Anteriormente perteneció a Justino Antolinez autor de la Historia Eclesiástica de Granada, quien lo adornó con restos romanos provenientes de unos hallazgos producidos en sus inmediaciones y con otros traídos desde Sierra Elvira, estos últimos consistentes en mojones de mármol de tiempos del emperador Tiberio.

Desde el principio del camino y hasta la capilla del Santo Sepulcro, se extendió el famoso Vía Crucis, hecho en 1633 por franciscanos terciarios, siendo costeadas cada una las cruces que señalaban sus estaciones por distintos personajes de Granada, como el primer Abad del Sacromonte D. Pedro de Ávila, el Canónigo D. Francisco Barahona o el Marqués de Estepa entre otros. De este Vía Crucis no se conservan más que algunos vestigios, como la cruz que existió junto a la entrada de la discoteca “El Camborio” de la que permanece únicamente el pedestal y parte de su larguero dado que su crucero le fue arrancado hace pocos años; también se mantiene el pequeño altarillo con el rostro del Ecce Homo que hay en la curva de puente Quebrada, en el que permanentemente lucen mariposas de aceite y una pequeña cruz, que era la penúltima de las estaciones. En la última de estas estaciones fue levantada la ermita del Santo Sepulcro, pequeña construcción de mediados del XVII, ante la que existe también una cruz monumental en piedra, obra de Alonso de Mena, erigida en 1636, en memoria de los cristianos martirizados en estos lugares en tiempos del emperador Domiciano.

A los pies de este pequeño templo, junto al lugar donde se encuentra el antiquísimo Pozo de la Samaritana del que se cuentan numerosas leyendas, parte el camino nuevo de la Abadía o las Siete cuestas, que llega hasta la Colegiata y que continua por la ladera de la Dehesa de San Miguel, hasta las proximidades de la Alquería del Fargue, disponiendo durante todo su recorrido de unas vistas maravillosas del paraje del Avellano, la Dehesa del Generalife y la lejana colina de la Sabika. En su primer tramo, hasta llegar a la Abadía, aún quedan otras cuatro de las cruces monumentales de las que por “miles” fueron colocadas en este monte Ilipulitano durante el siglo XVII por los distintos gremios, familias y personas devotas de estos santos lugares. En concreto, permanecen las que ofrecieron los sederos en 1604, la de los ganapanes o palanquines de la plaza Nueva y de Bib-Rambla, de 1602, la erigida en 1595 por los soldados y canteros de la Alhambra y la costeada por la ciudad de Iznalloz en 1596. La primera de la que se tiene noticia fue erigida por el pueblo de Santa Fe, siendo seguida inmediatamente de las de los gremios principales como la de los hortelanos, los mercaderes del hierro, la de los sastres, la de los panaderos, y las de los vecinos de Granada, las de otros oficios, familias, personas, entidades y ciudades.

Miscelánea de Granada
C.Girón

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