Honra ante todo a los Dioses inmortales tal cual
está ordenado por la Ley.
Venera el Juramento. Venera asimismo a los
nobles Héroes.
E igualmente a los Genios subterráneos,
cumpliendo los ritos tradicionales.
Luego honra a tu padre y a tu madre, así
como a tus parientes.
En cuanto a los demás, haz amigo tuyo a aquel
que sobresalga por sus virtudes.
Ten también como hábito el que tus palabras
sean amables y tus obras útiles.
Y no te indignes contra los que te conceden su
amistad, por faltas leves.
Hazlo así en la medida de tus fuerzas, considerando
que el poder está siempre muy cerca
de la necesidad.
Aprende, pues, por una parte, que así son las
cosas; por otra parte, acostúmbrate a
dominar lo siguiente:
Tu estómago ante todo; luego el sueño,
el instinto sexual y la cólera.
Y no hagas jamás nada
vergonzoso.
Y esto ni con otro ni tú solo. Pues ante todo has
de tener el respeto de ti mismo.
Enseguida acostúmbrate a ser justo en actos
y palabras.
Y a ser razonable y sensato en todo cuanto
ejecutes.
No olvidando que la muerte es el
destino de todos.
Y que en cuanto a la fortuna, cosa propia
le es en tanto el aumentar como el
desaparecer.
Respecto a los sufrimientos que a los mortales
les depare la suerte (que les viene
de los dioses).
Así como el destino que pueda tocarte,
sopórtalo sin indignarte.
Bien que sea conveniente que corrijas este
destino en la medida de tus fuerzas.
Teniendo muy presente que el destino no da,
ciertamente, a los buenos un mayor
lote de sufrimientos.
En cuanto a las muchas palabras que salen por
la boca de los hombres, buenas las unas
malas las otras,
Ni te turben ni te dejes influenciar
por ellas.
Respecto a la mentira, sopórtala
con paciencia y dulzura.
Y lo que ahora te voy a decir, mucho
cuidarás de cumplirlo en toda ocasión:
Que nadie, ora mediante sus palabras,
ya en virtud de sus actos,
Te persuada a punto de moverte a hacer
o decir aquello que no sea lo mejor.
Reflexiona antes de obrar con objeto
de no cometer acciones absurdas.
Teniendo en cuenta que es propio de los
hombres débiles decir palabras
y ejecutar actos insensatos.
Por tu parte, realiza siempre aquello
que posteriormente no pueda
perjudicarte,
Absteniéndote de aquello que
no conozcas;
Pero aprendiendo cuanto te sea necesario,
con lo que tu vida será la más dichosa.
Tampoco conviene que descuides
la salud de tu cuerpo.
Para ello tratarás de descubrir la justa
medida en las comidas, bebidas y
ejercicios físicos,
Y por justa medida entiendo aquello
que no te cause daño.
Acostúmbrate a una vida a la vez pura,
limpia y viril.
Procura asimismo no hacer lo que pueda
atraer sobre ti la envidia.
Por otra parte, no gastes sin sentido, como
hacen los que ignoran la honesta
proporción de lo bello.
Pero tampoco seas avaro. La justa
medida es lo mejor.
Haz, pues, aquello que no te perjudique,
reflexionando antes de obrar.
Y no dejes que el dulce sueño se apodere
de tus ojos.
Sin haber rememorado contigo mismo
(a solas) cuanto has hecho durante el día:
¿En qué he faltado? ¿Qué he hecho?
¿He dejado de cumplir alguno de
mis deberes?
Recorre también sin olvidar ninguna, cuantas
acciones hayas realizado, empezando
por las primeras.
Y al punto, de haber cometido actos reprobables,
repréndete, alegrándote en cambio
de las acciones honradas.
He aquí lo que es preciso que hagas. He aquí
la labor que reclama todo tu cuidado.
He aquí lo que debes amar. He aquí todo
lo que te pondrá en la senda divina.
¡Te lo aseguro por aquél que transmitió
a nuestra alma el Tetraktis, fuente de
la naturaleza infinita!
¡Adelante, pues! Pero antes de emprender
cualquier tarea,
Pide a los dioses que santifiquen
tu esfuerzo.
Practicando estos preceptos sabrás cuál
es el lazo que une a los Dioses
inmortales con los mortales hombres.
Y aprenderás a conocer los elementos que
pasan y los que permanecen.
Y sabrás, como es justo que se sepa, que
la Naturaleza es Una y semejante en todo.
Con lo que jamás esperarás lo que no se
puede esperar ni habrá nada oculto para ti.
También sabrás que los hombres sufren
de los males que ellos mismos escogen.
Pues tan desdichados son que no ven
los bienes que están junto a ellos.
Ni los oyen. Por lo que raros son los
capaces de librarse del mal.
¡Tal es el destino que ciega su espíritu!
Como objetos que ruedan,
Van de un lado y de otro sufriendo
infinitos males,
Incapaces de reconocer la funesta discordia
que les es innata
Y a la que no hay que aumentar, sino evitarla
huyendo de ella.
¡Oh Zeus padre! Tú podrás librar a los hombres
de gran número de males
Con sólo mostrar a cada uno el Genio
que le guía.
En cuanto pongas en práctica lo que te ordeno,
disfrutarás de sus beneficios.
Y una vez tu alma curada, libre quedarás
de todos los males.
Pero evita los alimentos que hemos señalado
en los libros “Purificaciones y
“Salvación del alma”.
Distingue bien, no obstante, y reflexiona
sobre cada cosa,
Tomando como cochero del carro de
tu alma a la razón siempre excelente,
Con lo que una vez libre de tu envoltura
carnal irás hacia el éter impalpable
Y serás inmortal. Un dios, dios
imperecedero en vez de un mortal.