“Lao-Tsé, montado sobre un búfalo de mansos ojos de cristal, parte hacia el misterio. Y en su rostro arrugado -que él se esfuerza por mostrar impasible y estúpido- asoma, a ratos, crispada y recia, la máscara rebelde de un Nietzsche oriental.” (Juan Marín: “Lao-Tsé o el universo mágico”, ed. Espasa Calpe. Buenos Aires 1952)

Es bien conocido el episodio de la vida de Lao-Tsé cuando, al final de su vida, emprende un viaje dirigiéndose hacia los confines del imperio chino por las cordilleras del Oeste, para acabar sus días en paz. Iba montado en un buey azul de mansos y dulces ojos y , conforme se acercaba a la frontera, el guardián del paso de Huan-Ku, un hombre virtuoso y deseoso de aprender llamado Yin Hsi, le observaba mientras su experiencia le decía que aquel anciano callado y tímido debía de ser un gran sabio. Al encontrarse con él, el guardián tomó una resolución y, empuñando su arma, le dijo:

- No os dejaré marchar si no me dais una parte de vuestra sabiduría.

Lao-Tsé, “el viejo sabio”, que había intuído hacía rato sus pensamientos, quiso corresponder a su deseo y, sacando un pincel, trazó sobre la túnica de seda que le ofreció el soldado, los 5000 ideogramas chinos que constituyen los 81 pequeños poemas del libro del Tao Te King, entregándoselo al guardia antes de seguir su camino hacia el Oeste, y sin que nadie supiera nunca hacia qué lugar se dirigió exactamente.

Este sería el origen legendario del Tao Te King, uno de los libros más bellos, importantes y enigmáticos del pensamiento oriental. Su mensaje aparece como una especie de testamento espiritual dejado a la Humanidad por el maestro Lao-Tsé antes de retirarse del ruido mundano cruzando la frontera hacia el Tíbet.

El Tao te King se encuentra entre los libros más traducidos y apreciados del mundo, pero pocos saben que el maestro Lao-Tsé dejó también una serie de enseñanzas a sus discípulos, que éstos siguieron transmitiendo de forma oral, y que fueron recogidas posteriormente en el libro titulado Hua Hu Ching. En este libro se ofrecen una serie de 81 enseñanzas taoístas, el mismo número de las que integran el Tao Te King, y constituye hoy en día el libro de cabecera de muchos practicantes, seguidores y enamorados de estas profundas enseñanzas.

Durante el siglo XIV, el libro fue prohibido y quemados todos los ejemplares existentes en las bibliotecas chinas, pero, afortunadamente, la práctica taoísta, basada en la transmisión oral de sus enseñanzas, permitió que se conservaran y se siguieran repitiendo y memorizando los textos entre sus discípulos y seguidores. En 1976 el maestro Hua-Ching Ni pudo así reproducirlas después de su salida de China, colaborando en su posterior redacción y traducción y evitando que este tesoro de la sabiduría oriental se perdiera para siempre.

Hua-Ching Ni es un maestro taoísta que imparte sus enseñanzas en Estados Unidos desde 1976. Prolífico escritor, médico y heredero directo de la sabiduría taoísta, le ha dado forma definitiva a las múltiples versiones al inglés que se han hecho del Hua Hu Ching. La versión española que presenta la colección “Arca de sabiduría” de la editorial EDAF, que va ya por la 13ª edición, es una traducción del inglés Brian Browne Walker realizada por Alfonso Colodrón. Discurre por sus páginas el pensamiento chino, un pensamiento no dualista, sino consciente del valor de los opuestos como complementarios, como se expresa gráficamente en el famoso símbolo del Yin (lo oscuro, receptivo y estable, lo femenino) y el Yang (lo activo, móvil, lo masculino). Ambas son fuerzas opuestas, pero complementarias, cuya interacción genera el Universo. Este conocido diagrama del Tai Chi, o Yin-Yang, es bien explícito: todo es dual y los opuestos se complementan formando un círculo, la figura sin fin, mitad negro y mitad blanca. Además, en él todo es dinámico, y los dos puntos simbolizan la idea de que cada vez que una de las dos fuerzas principales alcanza su límite, contiene en sí misma la semilla de su opuesta. Esto expresa la eterna continuidad de las manifestaciones, la inexistencia de los absolutos, ya que la única realidad es la Unidad Suprema, por lo que no debemos ser dogmáticos ni fanáticos, sino flexibles con todas las ideas y actitudes de los demás.

Lao-Tsé canaliza la ancestral sabiduría china a través de la mística simbólica más profunda, estableciendo la doctrina del Tao, no como una forma nueva de pensar, sino como la raíz íntima de la liberación para todos los seres. El Tao es el Sendero, y en el Sendero caben toda la riqueza y la totalidad de las más variadas expresiones humanas.

A continuación, extraemos algunos de los pasajes que nos parecen más significativos de estas bellísimas meditaciones:

“La división es contraria a la naturaleza del Tao. Renunciando al antagonismo y a la separación se entra en la unidad armoniosa de todas las cosas.”

“Cuando tu mente es simple y está desapegada y silenciosa, todas las cosas pueden existir en armonía y puedes empezar a percibir la verdad sutil.”

“La suprema verdad no puede expresarse en palabras: por ello, el maestro supremo no tiene nada que decir. Simplemente se dona a sí mismo como servicio y nunca se preocupa.”

“Las enseñanzas supremas son sin palabras. Mis propias palabras no son la medicina, sino una receta, no un destino, sino un mapa para que lo alcances. Cuando llegues allí, silencia tu mente y cierra tu boca. No analices el Tao. Esfuérzate, por el contrario, en vivirlo: en silencio, sin división, con todo tu armonioso ser.”

“Cuando te das cuenta de que algo que haces a otro es algo que te haces a ti mismo, has entendido la gran verdad.”

“Acepta de corazón la Unidad. Éste es el Camino Integral.”

“Si estudias con entusiasmo la totalidad del Tao, todas las cosas de tu vida lo reflejarán.”

“El aliento del Tao habla y quien está en armonía con él lo escucha con total claridad.”

“¿Quién puede salvar el mundo? Tal vez alguien que siga con devoción estas enseñanzas, que aquiete su mente, que ignore todas las divergencias, que desarrolle una elevada conciencia de las verdades sutiles, que funda su virtud con la virtud universal y la extienda al mundo sin expectativas de recompensa. Éste será sin duda el salvador del mundo.”

 

Maria Angustias Carrillo de Albornoz

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