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Texto de la Conferencia de Fernando Schwarz, antropólogo, filósofo, escritor y especialista en Egipto. Dictada en el Palacio de Abrantes, Granada, 1-10-2009.

Para mí siempre es un momento especial este encuentro en Granada. Hace muchos años que vengo por estas fechas y me es muy grato poder presentar nuevos trabajos sobre la civilización egipcia, sobre todo cuando se trata de un público atento e interesado en estos temas.

Vamos a hablar de lo sagrado en Egipto. Aunque generalmente pongo alguna imagen, hoy no les he traído diapositivas. Este tema me pareció más interesante poder hablarlo con ustedes y yo pondré solo algunos elementos en la pizarra. Luego, si quieren, pueden hacer alguna pregunta y lo comentamos.

Voy a usar algunas claves conceptuales de mi libro “Mitos, ritos y símbolos” como antes se ha mencionado en la presentación. En general, cuando se habla de lo sagrado, la gente piensa que se trata de algo en relación con alguna religión, especialmente con las religiones más contemporáneas. Pero para la antropología, lo sagrado es un concepto que vas más allá de cualquier forma religiosa, porque creemos que lo sagrado es una dimensión de la conciencia, una manera de acercarnos a realidades que, como decía Saint-Exupèry en “El Principito”, son realidades “invisibles a los ojos” pero perceptibles a través del corazón y del alma.

Si el hombre se humanizó fue porque, en algún momento, integró el misterio de la muerte en su propia conciencia, es decir que en un momento dado, el “muerto” entró en la vida. Y no simplemente se le dejó allí, sino que se lo integró en la vida a través de un rito, de un entierro, un culto y una memoria. A partir del momento en que el muerto entra a formar parte de la vida -porque lo paradójico es eso: que el muerto “entra” en la vida de la especie humana-, el ser humano, tal cual lo entendemos nosotros, comienza su destino. Antes era, de alguna manera, igual que un animal, pero en la medida que incorpora la muerte a la vida, se vuelve un ser humano. A partir de ese momento, que ocurrió hace muchísimos años, podemos decir que estamos frente al concepto de Humanidad. Ahí podemos decir que el ser humano nace en conciencia, no ya solamente en huesos y en anatomía, pues eso es mucho más anterior.

El hombre no comienza simplemente cuando empieza a fabricar herramientas y cuchillos, cuando es un “homo faber”; ni siquiera cuando se relaciona en colectividad como ser social y desarrolla incluso una forma básica de economía. El hombre comienza a ser realmente Hombre cuando empieza a producir lo que es propio de la especie humana: los símbolos. El hombre se alimenta y fabrica permanentemente símbolos a través de una parte de su conciencia mental, de su inteligencia, que es la imaginación.

No es el tema de hoy el saber si es el hombre el que crea los símbolos o si los símbolos ya estaban ahí. Por ahora lo importante es entender que la mayoría de las dificultades humanas y de sus resoluciones positivas se lograron gracias a representaciones simbólicas. A partir de ese momento nace el arte, que es lo propio del ser humano. En París muchas veces les digo a mis alumnos que, efectivamente, el hombre habitó cavernas, pero también las habitaron los osos, y ¿cuál es la diferencia entre la utilización de una caverna para albergar a un oso o para albergar a un ser humano?

Fundamentalmente que el oso no piensa en decorar la caverna, no pinta, no hace bajorrelieves, no fabrica símbolos, no le interesa representarse ni representar a su entorno ni aquello que él ama. Cuando nacen estas representaciones, nacen cargadas de sentimiento, de ideas, y hacen del ser humano lo que él realmente es. Hasta tal punto es importante esta visión para cada ser humano, aún hoy, que cada cual tiene una imagen en su casa, o en su bolso o su cartera, que va más allá de su función material, es decir, que tiene una significación profunda más allá de su funcionalidad concreta. Una foto es simplemente un papel coloreado, pero si esa foto se destruye o cualquiera la coge y la rompe, como generalmente va a simbolizar a alguien querido y no simplemente su representación, le va a doler, le va a provocar una reacción colérica, miedo, etc.

¿Por qué ocurre esto? Bien, es porque ese objeto no es simplemente algo funcional, sino algo que atañe a su intimidad, para él ese objeto se ha vuelto un símbolo. Esto es importante para comprender Egipto.

Si queremos comprender la civilización egipcia y su relación con lo sagrado, es decir, con el lenguaje simbólico, con los mitos, con los ritos, a la manera que se transcienden los elementos de conciencia, tenemos que entender que ellos mantuvieron durante milenios su tradición de representar las cosas a través de la vía simbólica. Lo hacían de una manera contundente, de una forma que, para ellos, era totalmente eficaz. Yo no digo que crea que fuera eficaz, digo que, para ellos, era la base, el fundamento de su civilización, lo que daba sentido a lo que ellos vivían. Por eso podemos decir que Egipto es la tierra de la imaginación simbólica.

A través de esa imaginación simbólica, cuando se toma conciencia del manejo de los símbolos y no simplemente de los conceptos, el hombre vive una experiencia particular, porque ya no se siente un fragmento de la realidad, separado del resto. Cuando uno se puede representar a sí mismo simbólicamente, puede entrar en contacto con el conjunto de la naturaleza y con los seres que ama, con los que está relacionado. El mundo simbólico provoca relaciones nuevas. El hombre puede interpretarse a sí mismo como un pequeño universo que está en correspondencia con el gran Universo. Como experimentador de lo simbólico, de lo sagrado en este caso, se transforma en “homo symbolicus”: Ya no es “homo faber”, ni “homo socialis”, es un experimentador y aún hoy continuamos siéndolo. Simplemente que nuestra sociedad utiliza las imágenes y los símbolos no para la transcendencia sino para el consumo, porque nunca hemos dejado de utilizar las imágenes ni los símbolos, simplemente los estamos usando hoy de una manera reducida.

Es importante comprender que cuando entramos en conexión con nuestra propia identidad, con nuestra propia capacidad de representarnos como somos, entramos también a formar parte del universo, de la propia naturaleza. Hay una apertura en la conciencia del hombre cuando utiliza su capacidad de establecer conexiones entre la naturaleza, el universo y los demás hombres; entonces nos podemos abrir, nuestro universo se expande conectándonos con el mundo que nos rodea. Cuando el mundo simbólico se cierra y se vuelve reducido, la capacidad de relación y de conexión con los otros y con la naturaleza se pierde y aparecen patologías graves. Por eso decimos que la experiencia de la función simbólica permite al hombre acceder a la espiritualidad. Esta espiritualidad no es dogmática, no estoy hablando de una espiritualidad de tal religión o de tal civilización, estoy hablando de la posibilidad de descubrir nuestro mundo interior, de descubrir que podemos actuar de adentro hacia afuera y no simplemente en función de los estímulos externos que recibimos.

La espiritualidad consiste, fundamentalmente, en poder afirmar lo que llevamos dentro y no en aquello que nos quieren dar a conocer. ¿Cuál es la experiencia fundamental de toma de conciencia simbólica que está en relación con la espiritualidad? Respecto del mundo animal y de la conciencia animal que el hombre ya tenía, es el descubrimiento de la dimensión vertical. No sólo basta con caminar verticalmente, el hombre ya se desplazaba hace millones de años verticalmente, pero lo hacía mirando hacia abajo, mirando al suelo. Para tomar conciencia de la dimensión vertical, hay que darse cuenta de que los mundos paralelos de la Tierra y del Cielo se pueden conectar. Es decir, que lo que parece superpuesto se puede atravesar y, por lo tanto, se puede relacionar.

La dimensión vertical dentro de la conciencia le ha permitido al hombre relacionar elementos que parecían totalmente disociados y fuera de su alcance, y la simbolización es, ese aspecto, aquello que permite conectar lo que aparentemente está separado, o parece estar siempre separado. Entonces la dimensión vertical a nivel de la conciencia, en el interior de uno mismo, va a permitir jerarquizar, poner orden, relacionar tanto hacia lo interno como hacia lo externo. Va a fundamentar el nacimiento de cultura y de civilización respecto a un mundo más salvaje y desorganizado. Por lo tanto, la aparición del mundo simbólico implica también el concepto de orden inteligente. Un orden inteligente vale lo que vale, pero durante un tiempo está ordenado. El tema es el siguiente: el hombre no puede vivir en el caos. Todos tenemos capacidad de producir caos, porque la tenemos, pero no logramos vivir dentro del caos y por eso hay una necesidad imperiosa dentro del ser humano de instaurar un sistema de orden. Cuando el hombre es inteligente el mundo simbólico está ahí, porque el hombre inteligente produce flexibilidad y funcionalidad.

Cuando el mundo simbólico se retira el orden no es ya inteligente, es un orden rígido, racional, intelectual, y donde no hay imaginación, no hay poesía, no hay comprensión. Por eso, todo sistema autoritario, totalitario, ataca siempre el funcionamiento simbólico íntimo de los individuos, tratando de hacer que piensen todos lo mismo. Se usa la función simbólica pero para homogeneizar, para unificar, y el tabú terrible es que alguien tenga una creatividad, una visión diferente y ponga una coma donde no debe ponerla. ¿Comprenden? Esto es muy viejo, muy viejo. Bueno esto es lo último que les quería explicar de manera general. El tema es muy importante, pues es un tema que está en relación con nuestra propia identidad, con nuestro propio desarrollo y nuestra propia libertad.

Para que el hombre espiritual o el hombre simbólico pueda crear ese orden, para poder estar en orden con una relación inteligente, lo primero que viene a la conciencia es la idea del centro. Es decir, vivir, habitar, se hace a partir de un lugar, de un centro ¿por qué? Porque un centro, en cualquier lugar donde lo podamos poner, va a ser siempre un centro. Aunque la razón nos diga que el centro debe ser “central”, estar en el medio, nosotros podemos ponerlo en cualquier lugar para apoyarnos en él ¿no es cierto? Y la conciencia es increíble, porque en el momento en que hacemos esto lo va a buscar y se va a centrar. El fenómeno del centro es que donde aparece me centro, me apoyo, y entonces si yo puedo interiormente centrarme, encontrar un centro, ya tengo un punto de apoyo. Si a nivel del espacio encuentro un lugar para centrar, tengo un punto de apoyo para organizar, no importa si es simétrico o asimétrico ¿de acuerdo? Y ese lugar que me va a dar un apoyo, que me va a permitir fijarme, va a ser un marco increíble, porque a través de él todo pasa, todas las dimensiones pasan por el centro, alto, ancho, norte, sur, todo va a pasar por el centro. Si yo establezco un centro en mi conciencia, en un espacio o en un tiempo, comienzo la base de la conexión entre las cosas de manera ordenada e inteligente. Este punto central tiene una característica importante: ¿cuántas dimensiones tiene el centro? Todas y ninguna. Porque un punto, como definición geométrica no está en ningún espacio ni en ningún tiempo, rompe la razón completamente.

Los egipcios utilizaron el concepto del centro como lugar donde se reflexionan las cosas bajo diferentes puntos del Cosmos, de la Naturaleza o de los hombres, que se pueden conectar para simbolizar lo sagrado. Ellos nunca dijeron: lo sagrado es esto. No son una civilización que delimita conceptualmente, no. Donde haya un lugar de conexión de cosas distintas: el cielo, la tierra, los hombres, la naturaleza, ahí hay un lugar donde está lo sagrado. Y establecen un símbolo para señalar ese centro, una especie de banderita, que es también un hacha momificada, no voy a ser complicado ¿y cómo mover esto? En la cima de una colina, en un papiro o en cualquier lugar está indicando que ahí está la presencia de algo, que no se puede definir, pero que determina muchas cosas. Algo indeterminado que determina y posiciona muchas cosas. Ellos le llaman “Néter”, es algo que anuncia la presencia de lo divino, de lo sagrado, nada más. No están diciendo que lo sagrado sea tal ni de tal manera.

Lo primero que podemos entender de cómo los egipcios tratan de esclarecer ese tema de “lo indeterminado que determina”, que es misterio y sacralidad, aparece con este signo. Cuando se quiere señalar cualquier dios es Néter. Es muy sencillo, está señalando este centro, es lo que en antropología denominamos una hierofanía, o sea, un lugar en la dimensión profana, en el aquí y en el ahora, donde la dimensión transcendente aparece. “Hieros” en griego es sagrado, y “fanos” es emergencia o aparición. Entonces, de golpe, en un lugar aparece algo que transciende, que diviniza y sacraliza. Esa es la función del Néter.

Este centro también va a representar para los egipcios el origen de todo; la dimensión que da origen a las cosas es esta sacralidad. Para simbolizarla, aparte del jeroglífico Néter, van a utilizar también la pirámide que emerge de las aguas saliendo del mundo virtual, lo que ellos llaman el Nun, todo lo que puede llegar a ser. La forma piramidal es como la montaña, un lugar de ascensión, es como la emergencia del potencial que va también a señalar este origen, este centro. Puede también ser un loto que flota en las aguas, hay varias maneras de ver ese punto de origen, de emanación, de donde surgen todas las cosas.

Si ahora queremos lograr conectarnos con el centro que da origen a todas las cosas del Universo, los egipcios se van a plantear ¿Cómo lo hacemos? ¿Cómo conectarnos? Ese Centro es un centro indeterminado del Universo, está en todos lados y en ninguna parte, porque se manifiesta aquí y allí, no puedo decir está acá, porque si está acá lo limito y si lo limito ya no es sagrado ni espiritual. Entonces van a nacer los ritos de orientación.

Estos ritos de orientación comienzan siempre con la elección del centro, porque para hacer el plano, para comenzar la obra, hay que lograr encontrar el centro y que este punto sea el centro de emanación de todo, porque a través de él vamos a poder trazar los ejes de orientación norte-sur y este-oeste.

El rito de la construcción del templo, que va a ser el mismo luego para la tumba, para la casa, etc. tendrá que determinar dónde está ese centro, ese lugar que va a permitir tomar el apoyo para orientarse. Lo interesante es que para poder hacer ese rito nace un sistema muy simple, porque por un lado está el punto elegido, está el lugar, pero ahora va a haber que trazar el eje norte-sur y este-oeste, o vamos a tratar de trazar un eje que siga una estrella o un evento de la naturaleza... Por ejemplo el Templo de Karnak, de Luxor actual, dentro de la creación del mundo está orientado según el solsticio de invierno, que es el momento en que la oscuridad es vencida por la luz. El sol que sale el 21 de diciembre es un sol victorioso de las tinieblas porque a partir de ese momento las noches van a acortarse. El solsticio de invierno simboliza como momento, en la trayectoria de la luz, la victoria de la luz sobre las tinieblas. Eso hay que fijarlo para que al horizonte oriental uno pueda verlo, o sea, hay que trazar un eje, que va a ser el eje del centro. Va a haber que hacer un eje lineal, derecho, ¿cómo se hace? Muy simple, ya lo estudiábamos en primaria: a través de un triángulo. Si yo tengo determinado dónde nace el sol, lo oriento y hago una línea; si a esta línea le agrego una cuerda dividida en doce partes, con una estaca aquí, y otra aquí y hago el cuarto, extiendo y tengo lo que llamamos el triángulo de Pitágoras, que Pitágoras lo copió de Egipto. Y este triángulo que va a orientarnos, va a permitir hacer con seguridad una línea y una segunda que se cruce, porque para que haya eje tiene que haber dos, lo que va a permitir dar un simbolismo numérico al desarrollo del centro que se vuelve cruz. Nace, entonces, un símbolo muy importante que es el triángulo tres cuatro y cinco. Se toma una cuerda, se divide en 12 segmentos iguales con 12 nudos y voy clavando la estaca aquí y aquí, y ya tengo el cuatro y así vamos a obtener un ángulo recto. Acabamos de hacer el rito de la Orientación del Templo ¿fabuloso no?

Tenemos, en función de la conexión con la energía cósmica que hemos elegido -en este caso la victoria de la luz sobre las tinieblas-, la proyección de ese fenómeno celeste en la Tierra. Entonces el Templo, con su diagrama, va a plasmar en la Tierra ese fenómeno y esa energía. Por lo tanto, el rito de orientación no es simplemente para construir un templo o una casa, sino para atrapar una energía cósmica en la Tierra y mantener esa conexión. Logramos un lugar aquí que reproduce el fenómeno del Cosmos, ese es el sentido de las orientaciones. Por eso empezamos por el centro, un lugar donde hay más conexión con la fuente, con la dimensión de lo sagrado. Un sistema ritual de orientación permite darle un canal a esta fuente de energía creadora para que se pueda difundir entubada, bien canalizada, como una fuente de agua, con su tubería, etc. Un Templo, para los egipcios, es un rayo de sol en el horizonte, por eso tiene esa forma trapezoidal, como un rayo de sol que se va expandiendo y expandiendo. Esa es la razón por la que uno entra a un templo egipcio como si uno entrase a un rayo de sol, y en el fondo del templo va a haber tinieblas porque la luz nació en el horizonte, nació entre la noche y el alba. A través del centro, de la orientación y organización del espacio sobre una forma relativamente simple, se construye un sistema para que el hombre pueda vivir lo sagrado en la tierra, conectándose con la dimensión del Cosmos. De ahí la importancia de los ritos de orientación. En todos ellos van a ver al faraón que está pegando con una maza y un bastón y enfrente de él está la diosa de la geometría, Seshat, que con dos bastones y una cuerda le está explicando lo que yo acabo de decir.

Para que las fuerzas que acabamos de analizar sean bien canalizadas, va a haber después que circunscribir el lugar, para que quede circunscrita la energía del Néter en un lugar que lo pueda mantener. Entonces la segunda operación inmediata es la circunscripción del espacio, que se hace corriendo, con una zanja. Hay varios elementos que van a sacralizar el territorio separándolo del espacio corriente que le rodea. Crear un espacio total. Esa es la idea.

En definitiva, un templo es una forma de luz, sea de una estrella, sea del sol, que trata de captar ese movimiento de la luz en la Tierra ¿por qué luz? Porque para los egipcios la luz representa la inteligencia y la energía creadora, creo que no es difícil de entender.

La tumba va a ser orientada al revés que el templo, porque la idea de un templo es que la fuerza de lo sagrado, el Néter, llegue al mundo de los vivos, y en la tumba lo que hace es ayudar a que el alma suba al mundo celeste. Por eso se hace al revés, y así entre la ribera oriental egipcia y la ribera occidental que dibuja el Nilo cuando pasa del Sur al Norte, se establece una circulación. La energía circula entre la que viene de lo celeste a lo terrestre y aquella que va de lo terrestre a lo celeste, las dos riberas están explicando con sus templos y sus tumbas, cómo circula la energía de lo sagrado en la vida cotidiana. La vida nuestra, la terrestre, está simbolizada por el Nilo, cuyas aguas permiten sacar cada año a Egipto de la muerte a la vida. La crecida era a mediados de Julio, en pleno verano, en el momento de la canícula. En ese momento tan particular, crece el Nilo trayendo no solamente agua sino el limo sagrado, el limo que sirve de fertilizante para la tierra egipcia, porque la tierra está en ese momento desgarrada, seca, sin humus, sin elemento fecundante. El Nilo trayendo el limo transforma la tierra roja en tierra ennegrecida, es decir en tierra fértil. Es el lugar que permite la vida terrestre y que mide el tiempo, porque el ciclo del Nilo con su crecida anual da el ritmo de la vida egipcia, y está atravesado por el eje de la luz Este-Oeste que simboliza la vida celeste.

Esos son elementos que pienso les pueden ayudar para comprender esta historia. Para los egipcios el jeroglífico Néter designa también el acto del rejuvenecimiento. Esta banderita de la que les hablé no simplemente está designando que hay algo sagrado, divino, sino que también califica, hay una calificación que es rejuvenecer, regenerarse. La participación del hombre con lo sagrado lo regenera, lo vuelve al momento del origen, le permite retornar a sus fuentes y reencontrar su ser, y por lo tanto lo puede regenerar o rejuvenecer.

Para los egipcios, el periplo en el más allá era un renacimiento si se observaban todas las reglas y se había, moralmente, realizado lo que había que hacer, de manera normal en la tierra. La relación con lo sagrado según ellos rejuvenece y renueva. Por eso están siempre ritualizando ese momento: para que las fuerzas creadoras del Universo, que son para ellos la dimensión de lo sagrado, rejuvenezcan permanentemente a Egipto. Esta es una de las claves que seguramente les permitió crear la idea de eternidad.

Los egipcios saben perfectamente que el mundo en el que vivimos está sometido al desgaste y a la muerte, pero de la misma manera que dicen que una enfermedad se puede curar, que un deterioro se puede reparar, buscan formas para rejuvenecerse interiormente, para mantener las fuerzas del principio de las cosas. Ellos van a desarrollar, a través de sus ceremonias y ritos, esta idea de la regeneración de la energía del hombre que, a través de una conducta equilibrada, armónica y sobre todo más purificada a nivel de sus necesidades, pueda mantener su espíritu siempre renovado y regenerado. El Dios que simboliza esto es Osiris, que es el dios de la renovación, no solamente el dios de los muertos. Para los egipcios la palabra muerte no existe. “Morir” está relacionado con la palabra “madre”, porque morir es volver a nacer. O sea Mut, que es Madre, significa también morir.

Para ellos morir es cambiar de forma, es cambiar de conciencia, de vida. No existe la idea de “se acabó”. El peligro para los egipcios no era morir físicamente sino morir a nivel de su conciencia, lo que llamaban la segunda muerte, que está en los capítulos del libro de los muertos muy claramente, porque el término egipcio es “morir en conciencia”, o sea la muerte interior.

Cuando se usa el adjetivo de la palabra néter, que sería el adjetivo neterí, significa “en comunión con”, en relación con, o sea, algo ritualizado, orientado. Porque ritual, para un egipcio, significa que está en la buena dirección. Cuando uno está perdido, estamos en lo profano, estamos desorientados, y la verdad es que estar desorientados hace que el tiempo se dilate terriblemente hasta encontrar la solución. Cuando uno está orientado y sabe a dónde ir, el tiempo se vuelve más corto y uno se desgasta menos. Cuando los egipcios dicen que lo sagrado rejuvenece, que renueva, lo hacen en el sentido de que tienen la orientación, sabes a dónde vas, sabes cuál es el sentido, la dirección. Para ellos esto es una gran verdad. Toda persona bien orientada, que encontró sentido a su vida, que sabe la dirección que tienen que llevar sus actos, tiene una enorme capacidad de energía y de renovación energética. Si, por el contrario, estamos desorientados y hemos perdido el centro, perdemos energía, perdemos tiempo y nos desgastamos. Por lo tanto esta idea de ser orientado, como estar en relación con lo sagrado es muy importante desde el punto de vista egipcio.

Esto nos lleva a la idea de su escritura, los jeroglíficos que todos conocemos. La palabra jeroglífico viene del griego “hieros”, sagrado y “glifo”, escritura. Los griegos ya se dieron cuenta de que los egipcios escribían de manera orientada, con un sentido de lo sagrado para poder darle finalidad y sentido. Lo propio del jeroglífico es ser una palabra, una imagen y un sonido a la vez. La unión de la imagen, es decir de un sistema de representación, con la palabra puede tener muchos significados al mismo tiempo. La imagen del fuego por ejemplo, puede representar la luz, el calor, la destrucción, la pasión, puede englobar significados contradictorios y ninguno lucha entre sí, o sea, la representación del “fuego” da para todo; sin embargo, las palabras que hemos usado como conceptos son contradictorias, y el lenguaje por imágenes, es decir por símbolos permite unir elementos contradictorios. Por eso la importancia del lenguaje por imágenes. Es frecuente decir que una imagen vale más que mil palabras, y es verdad. Nosotros no ponemos en duda lo que vemos y tendríamos que ser más cautos, pero eso es otra historia. La lengua jeroglífica se concibe como un acto de expresión para dar sentido y orientar las cosas. Para Egipto, nombrar es actuar. Si sé de qué hablo y a quién hablo, tengo la base para toda acción.

Los primeros jeroglíficos sirvieron para escribir el nombre o la identidad de quien estaba muerto o de quién estaba actuando, es decir para nombrar identidad. Para decir este es el ser que está actuando, esa es la entidad profunda, es el estado vibratorio, esto es lo que es, por eso su imagen y sonido, para darle una vivencia. Si un egipcio escribe en el objeto algo, lo está poniendo en marcha. Esto es lo propio de la lengua jeroglífica, dar sacralidad, dar dimensión transcendente. Aunque se hable de elementos muy simples, contables u otros, se está dando identidad, se está dando información sobre el ser de las cosas. Hasta tal punto es interesante su escritura, que se pueden escribir jeroglíficos en todas las direcciones, sí, de este a oeste, de derecha a izquierda, de arriba abajo, etc. Y eso va a dar, cuando se estudian los papiros, una orientación. Cuando uno ve un dibujo de una barca o de un carrito, de alguien que va avanzando, etc.… no se da cuenta que le están diciendo también hacia dónde va. Pero ¿qué dirección está tomando, el Este, el Norte, está yendo al más allá? ¿Está viniendo aquí? En todo momento el egipcio está diciendo: doy la dirección, doy el sentido. Todas las imágenes de Egipto están orientadas. Por eso empecé con el centro y seguí con la orientación, porque es difícil entender que estamos en un sistema dimensional. Normalmente todo el mundo está acostumbrado a que el arte egipcio, aparentemente, no es tridimensional, no tiene en cuenta el volumen, y no es así, lo ocultó para darle más potencia. El canon del arte egipcio elige la dirección horizontal, como elemento fundamental para representar la figura humana, porque el horizonte es el lugar donde se confunde la vida y la muerte, es en el horizonte donde nace el sol y muere la luz. Cuando estamos al alba o al poniente no es ni de día ni de noche, la luz del alba es una luz antes que salga el sol, y cuando cae el sol al poniente todavía hay luz.

El horizonte es un mundo donde los límites que aparentemente están separados, noche y día, se reúnen. Es un lugar de unión de contrarios, de contradicción, de vida y de muerte, y por tanto de regeneración para los egipcios. Por eso van a elegir el horizonte, es decir la dimensión horizontal como punto de referencia. Si tengo que representar una cabeza, a pesar de darle importancia a la dirección horizontal o el ancho, obviamente mi perfil, teóricamente, tendría que ser más ancho que mi cabeza de frente, también mis hombros y mi espalda de frente son más anchos que de perfil, e igualmente los pies. ¿Qué pasa con un cuerpo que caminando y poniéndose aquí, y los pies están aquí, está en espiral? Entonces hay una tercera dimensión que da una tensión dinámica muy fuerte a estos personajes, pues estos personajes están como para irse a otro lado, están entre aquí y allí, y por eso nos impactan, están trabajando con el inconsciente del hombre. Cuando ven una figura egipcia están razonando lo que les estoy explicando y ven una cosa rara pero esa cosa rara no les disgusta, no le molesta al ojo ver una figura egipcia. A veces hay un tipo de arte que decimos: esto nos molesta. Aquí no, al contrario, nos atrae, porque han hecho algo que, a nivel de la imaginación simbólica y del inconsciente humano, es atractivo y capaz de hablarle al hombre interior que todos llevamos dentro. Es evidente que no caminaban así y que también pintaban en perspectiva como han demostrado muchas ostracas, que era donde hacían los deberes los pintores y ahí dibujaban lo que querían. El arte egipcio es un arte ritual, ellos eligieron esa manera de representar para conectarse con la matriz de las cosas, ya que hacían esto a partir de una lógica simbólica. Si no entramos en la lógica simbólica egipcia no vamos a entender nada o vamos a conocer la versión más popular de que no sabían dibujar, de que no comprendían la realidad y esto nos impide comprender el fondo de sus enseñanzas.

Esto es sólo un esbozo para que comprendan la importancia de los jeroglíficos, que no eran simplemente para escribir sino para darle orientación al contexto que se quería definir. Todo lo que hace un egipcio está como dentro de una matriz, siempre va a tener su red de conexión, por eso tiene tanta vida, y los colores se eligen también en función de lo que se quiere transmitir, nada es arbitrario.

El contenedor de lo sagrado por excelencia, como hemos visto, para ir finalizando, es la escritura egipcia, pero más que la escritura es lo que está simbolizando. Ellos no hacían una escritura simplemente para que fuera bella, sino fundamentalmente para contener una sabiduría que debe despertar y conectar con el alma del que la contempla. Todo texto tiene una inspiración en ese centro que está en todos lados y en ninguna parte.

Hay un párrafo que siempre leo, porque me encanta, del papiro hierático del British Museum que dice así:

“Los escribas llenos de sabiduría, desde los tiempos que vinieron después de los dioses, y cuyas profecías se realizaron… no han proyectado dejar detrás de sí, como herederos, a hijos de su carne, que conservaran su nombre: han puesto por herederos a los libros y enseñanzas que han escrito. De los libros han hecho sus sacerdotes, De la paleta del escriba han hecho su hijo bienamado: Sus enseñanzas son sus pirámides, La pluma era su hijo, la tablilla su esposa… ¿Ha habido un hombre semejante a Ptahotep?”

Este es el profundo credo que tiene esta civilización: la transmisión de la enseñanza en una cierta forma de vivir con sabiduría, y por eso los libros –decían los egipcios-, son portadores de vida y alimento para el alma; no tanto por lo que ellos dicen, sino por lo que ellos pueden despertar, hacer despertar en quien los lee. Para los egipcios cada ser humano en su propio corazón consciente contiene una conexión desde este centro, de ese Néter del cual les hablé: Lo que para ellos es importante es crear resonancia más que dar enseñanzas y contenidos, porque a través de la resonancia que cada ser humano puede desarrollar en sí mismo, se conecta con las fuentes del universo y su sabiduría. El libro debe despertar el alma, el centro de resonancia de la conciencia y darle la dirección a la conciencia para que pueda vivir y experimentar esas enseñanzas.

Es muy interesante el concepto de la enseñanza egipcia, no es intelectual, los egipcios son prácticos, pragmáticos, parten de la experiencia. Ellos dicen que no hay que enseñar simplemente una cosa a alguien, no, lo que hay que lograr es que pueda dirigirse hacia algo para que lo experimente. Lo que hay que despertar es la vocación, lo que hay que despertar es una finalidad para poder llegar hacia aquello que se desea y se debe aprender. Es inútil tratar de enseñar algo si el individuo no quiere dirigirse hacia aquello que debe aprender.

Nosotros estamos saturados de contenidos en nuestra forma de aprender y de enseñar, pero no tenemos finalidad ni conciencia clara de hacia dónde hay que ir con esos contenidos. Si a alguien le gusta el tema de la medicina, por ejemplo, tiene que tener el coraje y la valentía de ir hacia las enseñanzas que den salud y debe experimentar por sí mismo esta forma de sacralidad que es la enseñanza. Si quieres ayudar a otro, si quieres ser voluntario en algo, tienes que tener tu propio motor para ir hacia eso. En resumen, no se enseña algo a alguien, sino que se trata de llevar a alguien hacia algo. La diferencia es enorme, pues se trata de despertar al Ser y darle medios para realizar el destino de lo que él es. Ese es el método de enseñanza egipcia, es un método donde el individuo debe experimentar y dar prueba de su coraje y sobre todo, como dicen ellos, de su capacidad de escucha, porque ellos piensan -creo yo que con justicia-, que las cosas y la gente nos pueden enseñar si las sabemos escuchar, y esto es un arte que estamos olvidando. El acento está puesto en el verdadero entendimiento que para ellos es capacidad de escucha. Primero hay que escuchar. Ellos dicen que hay algo que impide al hombre vivir en armonía y en justicia, y eso es precisamente la sordera mental, traducido literalmente así, sordera mental, o sea que te hablan pero no entiendes porque no pones atención en lo que escuchas.

Sobre la escucha, ellos dicen que abre la inteligencia del corazón. Cuando la inteligencia del corazón -que es la sede de la conciencia para los egipcios-, se abre a una nueva sensibilidad de lo transcendente, de lo sagrado, el hombre empieza a pensar justo, dicen ellos. Y el pensamiento justo nace de la oreja, o sea del oído, de la capacidad de escuchar. Cuando se logra pensar justo, porque la sensibilidad del corazón se agregó a la razón, entonces, la imaginación simbólica que está en pleno desarrollo, hace que el conocimiento se transforme en sabiduría. A través de la práctica de esta forma transcendente de vivir, el hombre se convierte en una potencia creadora, es decir en un Néter, y puede afirmar su transcendencia en la vida.

Bueno, esta es la idea que quería transmitirles a través de esta noción de Egipto y lo Sagrado. Les agradezco la escucha y su buena atención. Muchas gracias.

Si tienen alguna pregunta y pueden quedarse un poco más, podemos hacer un pequeño coloquio, y si alguno tiene que marcharse que lo haga, no pasa nada.

P.- ¿Por qué nos sigue interesando hoy Egipto?

R.- Yo creo que nos sigue interesando porque lograron, a través de sus imágenes, una organización en la que desarrollaron su propia estética, una estética que permite un lenguaje metafísico que habla al alma, no solamente de manera intelectual. Produce un impacto, porque por alguna razón ellos lograron captar y expresar la geometría interior de la estructura de nuestra alma.

El arte egipcio es al mismo tiempo un retorno, toca nuestra infancia y a su vez toca nuestro ser en lo más profundo de nuestra alma. Ellos tenían una necesidad y un deber de comunicación con todo su cuerpo. Contrariamente a la imagen que se pueda tener, todo el pueblo egipcio participaba de lo que estoy explicando. Más allá de condiciones sociales, el valor fundamental de la sociedad egipcia era la solidaridad, la espina dorsal de la ética egipcia es la solidaridad. No es una sociedad igualitaria, pero desde el noble al agricultor, todo el mundo es solidario, todo el mundo sabe que tiene que estar relacionado. La solidaridad no crea relaciones de dependencia jerárquica, es simplemente solidaridad.

Era fundamental una sociedad a partir de un valor que se llama participación. Ser solidario significa que participo, que me comunico en lo básico y esencial. Ellos lograron un sistema en el que podían participar todos, tanto el ignorante como el sabio, y establecen una comunicación a través de imágenes que está hablando permanentemente al inconsciente humano. Captan qué forma animal produce tal expresión, qué tipo de color y gesto da tal impacto, y entonces, hacen una estética que permite una comunicación metafísica, aunque intelectualmente no entendamos todo lo que está ahí. Hasta tal punto es así que, aún hoy, alguien que no entiende nada de jeroglíficos los mira y dice: qué interesante ¿qué es? Producen una comunicación, hacen que el abuelo le explique al nieto, es como un cuento, sí, pero ese cuentito va a alimentar la intimidad de alguien, como a nosotros nos alimentaron nuestros cuentos cuando éramos niños. Ellos lo lograron, es algo muy difícil, porque no es un lenguaje infantil, no es un arte naif, es muy elaborado y parece muy evidente, pero hay un alto conocimiento de la naturaleza humana, y este fue su propósito permanente.

P.- ¿Por qué hemos retrocedido tanto?

R.- En realidad estamos intactos en teoría, no usamos la máquina aunque la máquina la tengamos, pero lo que no tenemos es un sistema educativo que interrelacione el mundo de la imaginación con el mundo de la razón. Eso no lo tenemos, porque en un cierto momento de la historia occidental, sobre todo a partir del siglo XVIII se elige sólo a la razón, a lo intelectual como método de transmisión del conocimiento. Entonces, de golpe, se le pide a la cabeza que no funcione, bueno, funciona porque se sigue pensando, se siguen haciendo cosas, pero no se impone una estructura, no se impone una educación que permita la interacción entre imaginación y razón.

Somos deficientes porque no nos están dando el aliento y la instrucción para utilizar de manera global e integral los medios que tenemos. Podemos hacer poesía, ir al teatro, oir música, pero esto se toma como una distracción, no se lo toma como algo que pueda calificarnos. No digo que la gente que hace teatro o cine sea gente necia, no, lo que es necio es que se piense que la cultura es distracción. Eso es una elección desastrosa que da una rentabilidad defectuosa. Lo único bueno de la globalización no son el mercado ni los productos, lo único bueno para mí es la gente. Encontramos gente que no miente, que no decidieron cortarte la cabeza en dos. Hay sociedades que han aprendido el trabajo de la imaginación de golpe y están trabajando con la imagen, y entonces poco a poco hay un choque positivo, pero hay que ir más lejos, esta es una de las misiones que tenemos, hay que enseñar a reunir la razón con la imaginación. Hay que actuar, educar.

P.- Cuando nos ha comentado que un templo hace de conductor de una energía ¿hasta qué punto es simbólico o es real?

R.- Para los egipcios es real, para los egipcios lo simbólico es concreto. ¿Por qué mucha gente quiere casarse, aún no siendo creyente, con el traje de novia, con todo… si luego no creen en eso? Porque en ese gesto, la unión, el compromiso, que es simbólico y ceremonial, para ellos tiene un poder concreto y toda la gente que está viviendo esa ceremonia no dice con distanciamiento: bueno, se están casando. No, es real, todo el mundo entra en lo concreto, todo lo simbólico es algo concreto. El verdadero objeto simbólico y ceremonial, para los que lo están viviendo, es realidad. Si le dices a la novia que su vestido es un trapo blanco y que es atípico e ilógico ir así, la novia te mata, porque le has profanado la visión simbólica, y tiene razón, porque hay una dimensión en el hombre que hay que alimentar. Quiero explicar con esto que lo simbólico es realmente operativo.

Yo lo he visto, he llevado grupos al Templo de Karnak el día 21 de diciembre para ver la salida del sol, y hay un momento en el alba que es sobrecogedor, precioso. Cuando todavía no ha aparecido el disco solar, si en ese momento uno se concentra y está tranquilo, sin esperar nada, esa visión del sol levantándose en el horizonte sobre la puerta oriental de Karnak le produce aún hoy un gran estremecimiento. Yo pienso que si le impacta a toda la gente esto que han visto, algo debe afectar, en algo les está tocando por dentro este fenómeno que es natural. Esto es un símbolo viviente, y por lo menos en ese instante hay una comunión con algo que está más allá del sol y las piedras, porque el templo está casi deshecho, sólo son ruinas, pero ahí hay algo. Es evidente que el hecho de poder comunicarse con un evento de la naturaleza importante conmueve el alma humana, porque estamos hechos así, porque durante milenios y milenios hemos obrado lo mismo. No piensen simplemente que esto es algo alegórico, es una realidad.

Para un egipcio lo simbólico es concreto, por eso en cualquier ceremonia no hay jerarquía, no hay diferencias, hay un misterio que aquella gente sacralizó.

Durará lo que dure, esa es otra historia, porque todo evento, aunque sea sagrado, y los egipcios lo sabían muy bien, hay que mantenerlo. No porque se hizo una vez, o se logró algo, ya va a estar para siempre, eso es un error de esta vida lineal. Los egipcios tenían una mentalidad cíclica: lo que se hizo ahora servirá para un momento, pero hay que mantenerlo. Por eso están los ritos fundamentales que son ritos de renovar los compromisos, de renovar la vida, y eso lo aplicaban al matrimonio y a cualquier otra cosa.

La única manera de sacar a la gente de la manipulación es enseñar cómo funciona el sistema simbólico, es necesaria la educación. El problema es que los sistemas no quieren educar, porque aún en un sistema de libertad como hoy, el marketing va a usar lo que estoy diciendo. Pero si no se le enseña a la gente el funcionamiento de este lenguaje, de cómo somos, la gente inocentemente sigue estando manipulada aunque no lo crea. Hay que explicar, hay que educar.

Esto es parte de nuestra identidad como seres humanos y no se puede prohibir, porque cuando soñamos, estamos soñando con símbolos, ¿y cómo prohibo eso, le digo a usted que no sueñe?

Ningún conocimiento es blanco o negro, todo conocimiento tiene su aspecto oscuro y su aspecto luminoso, todo tiene un doble aspecto. Asumamos como somos y enseñemos a la gente cómo es, eso nos va a ayudar mucho.

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