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Era una ciudad y se convirtió en un Imperio: el más vasto, majestuoso y soberbio que recuerda la historia de Occidente. No fue una empresa fácil ni preparada desde el principio.



La primera vez que se festejó en occidente la llegada del milenio no fue, como se cree comúnmente, el año 1000 de la era cristiana, con toda su carga de emociones populares y temores acerca de lo que se creía el inminente fin del mundo. La primera celebración milenaria tuvo lugar en el que según el calendario gregoriano era el año 248, pero que según la forma romana de medir el tiempo correspondía al año 1000 de la fundación de Roma (AUC, es decir, ab urbe condita).

FILIPO EL ÁRABE

Marcus Julius Philipus, conocido como Filipo el Árabe, fue el emperador que trató de aprovechar el acontecimiento conmemorativo para difundir un mensaje tranquilizador y festivo en unos momentos de agitación y de inestabilidad en el imperio. Filipo era un guerrero, hijo de un jeque árabe de la Jordania oriental, que se había destacado en las campañas contra los reyes sasánidas, primero contra Ardashir y después su sucesor Sapor I, lo que le valió el título de Prefecto de la Guardia, sucediendo al gran Timesiteo. Reinaba entonces en Roma el joven Gordiano III, al que las legiones retiraron su apoyo y acabaron asesinándolo y proclamando a Filipo, el militar que procedía de las lejanas fronteras sirias del Imperio y cuyos conocimientos estratégicos y dominio de las lenguas orientales resultaban imprescindibles en una Roma que se veía asediada por varios frentes. Ya como emperador, sus victorias en el Danubio contra los godos y los carpos le hicieron merecedor del título triunfal de Cárpico Máximo. Sin embargo, a pesar de sus victorias, la rancia aristocracia romana no aceptaba los humildes orígenes de un emperador que había nacido en las remotas provincias orientales, por lo cual cabe pensar que Filipo aprovechara la ocasión del I Milenio para congraciarse con la sociedad romana, ofreciéndole unos fastos dignos de la ocasión que contribuyesen a aumentar su popularidad.

TODO UN PROGRAMA DE FASTOS


De manera parecida a como se diseñan actualmente los eventos oficiales en el marco de la llegada del II Milenio, Filipo programó una variada serie de actos para celebrar los primeros mil años transcurridos desde la fundación de la ciudad de Roma por Rómulus, su primer caudillo. Como hecho destacado, estableció los Ludi Saeculares, o Juegos del Centenario, que se celebraron en Abril de 1001 (AUC), es decir 248 d.C., y que resultaron particularmente fastuosos. Dichos juegos se habían instituido para celebrarse una vez cada cien años, aunque se convocaban para conmemorar algún acontecimiento destacado, como cuando Claudio los organizó con ocasión del VIII centenario romano. Se cuenta en la Historia Augusta que en los Ludi del Milenio participaron en el espectáculo rinocerontes, hipopótamos, jirafas, hienas, tigres, 20 asnos salvajes, 30 leopardos, 32 elefantes, 40 caballos salvajes, 70 leones y otros animales innumerables, además de unos dos mil gladiadores.

Filipo dispuso también otras manifestaciones que sin duda animaron la vida romana, como oraciones y plegarias públicas, himnos, representaciones teatrales, banquetes, concursos.

Quizá lo más llamativo de tales celebraciones y que ha llegado hasta nosotros sea la colección de monedas conmemorativas que mandó acuñar. Por ellas tenemos noticias de la pompa con que Filipo quiso rodear la celebración del Milenio, según ha estudiado el profesor Frank L. Holt, de la Universidad de Houston. Las monedas señalan su procedencia, de cada uno de los seis talleres de fundición de la ciudad y contienen mensajes tales como SAECVLVM NOVUM (NUEVA ÉPOCA, o NUEVA ERA) y MILIARIVM SAECVLVM. En ellas se indica que cuentan con la aprobación del Senado; en el anverso, el barbudo rostro de Filipo Augusto y en el reverso una gran variedad iconográfica, con imágenes como el templo de la Roma Eterna, con seis columnas y una estatua que personifica la ciudad, diosas portando diversos atributos, figuras de animales, como antílopes o elefantes. También se acuñaron monedas donde aparecía la efigie de la emperatriz, Marcia Otacilia Severa.

Las frases grabadas en las monedas transmiten deseos de paz eterna (PAX AETERNA); generosidad (LIBERALITAS); alegría (LAETITIA); prosperidad (FECUNDITAS TEMPORVM); éxito (FELICITAS), salud (SALVS); suerte (FORTUNA); armonía (CONCORDIA); modestia (PVDICITIA); seguridad en la tierra (SECVRITAS ORBIS); fe (FIDES); piedad (PIETAS) y justicia pública (AEQVITAS PVBLICA). Tales benéficos deseos no se vieron cumplidos, pues ese mismo año de 246 la calma imperial se vio alterada de nuevo por las revueltas, en Capadocia (la Turquía actual), Egipto, y nuevas incursiones de los godos en el Danubio. Por su parte Prisco, el hermano de Filipo, como gobernador de Oriente tuvo que hacer frente al poder creciente del usurpador Jotapiano. De tal manera que las pretensiones de Filipo el Árabe de extender por el imperio las celebraciones del milenio no se llevaron a efecto y apenas si llegó a acuñar monedas cerca de la moderna Belgrado, conmemorando ROMAE AETERNAE AN MILL ET PRIMO (MIL Y UN AÑOS DE LA ROMA ETERNA).

La autoridad del emperador se puso en entredicho en aquellos días de agitación y Filipo el Árabe acabó sus días en el campo de batalla de Verona en 249 como el soldado que nunca dejó de ser, enfrentándose al ilirio Decio, a quien las legiones habían empujado a la rebelión y que finalmente le sucede.

Mª Dolores Fernández-Fígares

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